viernes, 21 de agosto de 2009

En lugar de minutos, esperas, veces


Vuelvo pronto ya a la vida de después, como si fuera a ser distinta, pero ando equivocado porque el PIN sigue siendo el mismo que tenía este verano, el que marco cada mañana al teléfono móvil del propio camino. Voy a dejar atrás la belleza de las albas sin esfuerzo con el mar delante como una vegetación de los azules cargados de respuestas. Dejaré sin quedármelo, digo, todo lo que tuve bello: unos versos bien entonados que muchos no entendieron, uno luego recula, vuelve atrás, sigue teniendo miedo porque encuentra un abismo inagotable de nuevo, la manera de vejez en la vejez.


Tengo ganas de volver y un cúmulo de temores por hacerlo –alguien sabrá por qué-. Me esperarán las esperas, las veces sin saberlo, mi falta de capacidad de entendimiento en tantas ocasiones; temores hasta de estarme quieto, capaz de comprender formas con las que me quieren entender. No sirvo, no sirvo para esto, noto que me quedan tres o cuatro telediarios para matar una tarde, una escasa posibilidad de que alguien coja a la vez el mismo libro que estoy leyendo. Los siento en la página “acércate a los libros” pero pocos se acercan del todo, se me quedan antes a mí los libros en la mesa después de leerlos, veinte citas que todavía no he traspuesto de algún libro con tejuelo o de los que yo he tenido entre las manos mucho rato, ojeándolos, casi leyéndolos antes de leerlos.

Tres o cuatro telediarios con esto de la vuelta donde quiero volver para quedarme más tranquilo sobre la forma de entender la vida y a la vez mucho más lejano que podéis imaginaros. Se lo avisan al personal de la limpieza –“como conozco a mi marido querrá volverse inmediatamente de habernos quedado solos, con la casa de al lado, la nuestra, la que están los chicos, vacía-. Les llamo los “chicos” porque yo pienso que han dejado de ser hijos. Estos que ahora tengo, al contrario de los que tenía días antes, son de mucha conversación, no son tan suyos, son más nuestros.

Y en dejarme todo eso estoy, como empujando, con ganas de estar solo, recuperar áreas propias, dos butacas de cuero para que me cuenten lo que pasa, porque lo que me pase a mí es mucho mejor no contarlo, dejar pasar, igual que si fuera hacerle un hueco al tiempo, eso, tres o cuatro telediarios que antes se me escaparon.

Y esta mañana –es curioso- he venido a entrenarme yo solo a pasar un día entero dentro de mi casa, tocar sus paredes, andar descalzo por el parquet que aún no me he aprendido demasiado sus ángulos, ver si las cosas estaban como las dejamos, hasta en lugar de hacerme un café como en el sitio de verano, aquí sin el mar delante, me he hecho un nexpresso, he llorado un rato, como si fuera un “pavo” así me puede llamar quién siente ya aún más cerca el día que deje definitivamente de serlo.

He venido a crear presentimientos, tiempos con sus remansos –no sé a qué hora volveré, ni tan siquiera si comeré, es robarle tiempo al tiempo-.He venido como a inventarme un siglo, ya que a mí me cambiaron, he venido a soñar que soy parte de una tribu de los que precisamente ya no les queda casi siglo. He dejado la prehistoria que tiene el verano, el toque de maldición que decía que siempre posee, la madre de mi mujer, licenciada en Farmacia en aquellos tiempos que estudiar una mujer era motivo de castigo eterno. Ella decía, “todo lo malo ocurre en verano, hasta las guerras”. Debías tener razón, Josefina, igual que cuando afirmabas enérgicamente que por tu cadáver todos tus hijos e hijas cursarían una carrera aunque tuvieras que pedir limosna.

Me he acordado de ti, huyendo del verano. Juan Cruz dice que a ciertas alturas de la vida es la amenaza de una soledad, Mi amigo Juan Cruz que en “Lecciones y Maestros” en Santillana del Mar, con un café en la mano, se acordaba de mí, de la página de mis libros sueltos, de las veces que nos vimos en Segorbe con motivo del concurso de cuentos de Max Aub. “-Hola, acércate a los libros” me dijo, cómo andas de libros”.

Ando bien, pero ando mal del verano, de las ganas que se termine del todo y de lo que me viene luego, de la forma de apaciguar los desesperos, de arreglármelas para que no quede nada y puedan entendérmelo todo. A mí, que de mí dicen que no logro entender en muchas ocasiones, que al final canso; a mí que dejo los pedazos de la vida que me quedan sin pedírmelos, todos enteros; pero mal dejados por lo visto. Me hago más mayor y no aprendo, no aprendo a esperar los minutos, los silencios, las veces que no me pertenecen.

Tampoco he aprendido en el verano, ni he reinventando el amor hasta que llegue a las manos, hasta que entienda que como dice Umbral en un verso inédito, “vivir es amar y olvidar mucho”; o se me acabe del todo este verano y tenga que apurar antes esos tres o cuatro telediarios que me queden, muy necesarios para al menos tener una dignidad y un valor no para recular ni para volver atrás, sino para ya no estar.

Una dignidad para enamorarse como quien pilla un resfriado, sin quererlo, sin creérselo, a mi pesar y sin poder defenderme después. La dignidad para dormir bien, a pierna suelta como luego de un polvo y listo, con la varita mágica todavía enhiesta, estallante, rezumando lava y añoranza; con la posibilidad de encontrar el silencio a solas y quedármelo luego como una manera de sobrevivir al cualquier desengaño. Con la herida de la edad porque envejecer es inimagiable excepto para quién envejece.




12 comentarios:

Anónimo dijo...

Fran querido, vengo a tu orilla a ver si las palabras que nos dijimos siguen estando bien puestas. Tengo un otoño en mi vida, una pasión aparcada, con los brazos tendidos de algunos telediarios, a tus oídos te dejo mi mejor verso.

María

Anónimo dijo...

Eso de regresar a lo que es lo
real, pero que hoy, te duele,
me llena de tristeza. Volver a
sentir a la vejez, como algo de
lo que aferrarse, no es más que
un martirio recurrente.
Sigues siendo la misma persona,
que trae en su retina, ese azul
del mar, para retomar caminos
que hoy parecen atemorizarte.
Pon a esas esperas, a esperar.
Creo que fue Ghandi quien dijo
que teníamos la obligación de
ser felices...
Pues, a serlo, con lo que tenemos
con lo que nos quede, que siempre
es mucho y no nos lo creemos.
Lloramos, a ratos, cuando por
momentos, perdemos la fe...
Llorar, sosiega, pero el llanto
"nos impide mirar las estrellas".
Y el cielo está lleno de ellas,
brillantes, bellas.
"Vivir es amar y olvidar mucho"
Eso es, precisamente, olvidar,
tirar el lastre.
Pero, queda tu palabra, siempre
hermosa, que a muchos no nos
cansa, nos inspira, nos toca...
Muchos besos,

Fran dijo...

Se te echaba de menos, María, porque en mi orilla, siempre tuviste sitio, hay un hueco de años. Y haz que sienta tu mejor verso.

Fran

Fran dijo...

..."con lo que nos quede, que es mucho y no nos lo creemos." Tu respuesta no puede ser más completa y más bella.

Quiero volver por los caminos de siempre, pero los tengo difíciles, tirar cualquier lastre que sea eso, lastre.

Me aferraré, como siempre a la palabra que tenga más a mano. Ya sabes que con ellas, al menos, me defiendo.

Un beso

Anónimo dijo...

Triste .
Sí, triste pero muy Fran cuando se cabrea o empieza a barajar la posibilidad de mandarlo todo a tomar por culo.
Me recuerdas tanto a mí , a pesar de todo, yo que he empezado a envejecer y me parece imaginable pero es porque no es verdad que envejezca , como me dices tú, que cuando sea más mayor de verdad me acordaré de ti y de que tú me decías que con 40 no se es viejo .
Tú que no eres viejo , ni lo serás nunca , escribes o tocas las paredes o cabalgas encima de una varita mágica para quedarte en bolas frente a lo que sea, y con eso abres un restaurante cerrado o seduces a los empleados de correos.
Tú que has podido pintar una vida con colores que no conocía, no puedes hablar en serio, aunque llores como lloramos los pavos, porque la muerte y la renuncia no están hechas para nosotros.
De verdad te lo digo, así como que quien te dijo que cansabas debió referirse a otra cosa.
Seguro.
Un beso de verano.

Fran dijo...

Tu comentario, Reyes, es de los que hacen hueco, ayudan, por lo tanto borran cualquier referencia a cansancio mal entendido. Tu comentario, Reyes, me apoya en lo que más necesito, cabrearme, como dices, y cuando empiezo la cuesta abajo y explico un poco lo que debe ser eso de la vejez, me agarro a tus cabreos y tu juventud.

La tienes cuando explicas simplemente los avatares de tu vida, que lo haces con una sencillez y naturalidad en tu blog, difícil de copiar –¡y mira que lo intento!- pero cada uno debe escribir tal cual es.

Sé lo que es esa remontada, luego de llorar, pero ni tú ni yo renunciaremos a la lucha por la vida; sé lo que es alargar la mano, encontrar la tuya y subir para arriba, ya me ha pasado, ya me has ayudado.

Sí, llevas razón, esta mañana invitaba a una cerveza, seducía a dos empleados de correos, el motivo bien valía la pena.

Anónimo dijo...

El lastre es para equilibrar la barca en q navegamos, para no perder el equilibrio y sosorrar, navegar entre dos aguas, la de la vida real y la q dejamos atras,sin tocar puerto,queriendo ver lo q pasa en la otra orilla, su azul ilumina cuando la profundida es alcanzable,mar adentro ya todo se torna, de un gris, q reflejando el sol aun se puede ver a pocos metros.Para q intentar volver la vista atras, si cuanto tenemos a nuestro alcance es felicidad,uno intenta querer entrar en la vida de alguien,sin darse cuenta q quizas es un problema solo de querer saber, sin llegar a entender el porq los motivos, q parece querer alejarse sin ser cierto solo son distancias q la vida atrae.Hay un camino bien bello,estar en el lugar adecuado en todo momento,sin la presencia fisica, pero si en la mente q no deja de preguntarse, ¿porq? q ocurre , quien dio ese motivo.
Tenemos muchas cosas q se contradicen, pero seguimos ahi, a las verdes y las maduras.Q nos depara el tiempo? mejor pasar de largo ante tantas dudas. Ves los telediarios? yo hasta pase de ellos, me volvi Maruja, las novelas me trasladan a paises q amo y el escuchar sus platicas me hace feliz.atenta a ver por un resquicio lugares, calles y costumbres de un pueblo, lejano pero amado.Olvida los telediarios Fram... camina como yo descalzo, por rincones q nos da la vida, la poesia de haber sido escuchada. sin parque, a baldosa roja con tradiciòn, con un toq de vida.
Besos maria dolores.
Mañana màs.

Fran dijo...

Quizá, María Dolores, sea esta una de las respuestas más carificadoras, uno de los comentarios a un post que entiende mejor a quién lo escribió y no hay más fuente de información que la que aquí lees ya hace tiempo.

Voy a andar tan descalzo, voy a ir alejándome de todo tanto, hasta de este sitio de poner las letras, cerrándolo si hace falta, que al final m quedaré como tú cuentas que haces, como yo he hecho siempre: el misterio y la belleza de los libros aunque no se lo cuente a los demás.

Un gran beso

Anónimo dijo...

Hoy llego el mañana màs, recuento tus letras, las repaso y me queda la inquietud, nada hay imposible y menos el pasado, todos querriamos volver atras, ansiando los años ya agotados, pero jamas borrados, las lagrimas afluyen porq sentimos el dolor de otras personas, y nos hace pensar q feliz fui, cuanto derroche, sin telediarios ni nada relativo a la vida llena de consumismo, todo nos sobre, solo sì, el deseo de ser sentido y amado con la misma intensidad q ahora quisieramos sin meta.
Vive. q nada es retornable, tan solo el amor perdura.Ama.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Pero esos años los siento ya muy agotados, María Dolores, me duelen demasiado los pasados y estoy ya en pleno riesgo con los momentos presentes,

Lo has dicho con una precisión impecable:"el deseo de ser sentido y amado con la misma intensidad q ahora quisieramos sin meta.

Sin mta, esa es la palabra aunque lo que ofreciéramos estuviera lejos y hubirean unos alcances más fáciles.

Sin meta, en solitario, pra que el amor perdure.

Anónimo dijo...

Cómo me gusta leerte y cómo me asusta el dejarte una letras. Tú lo dices todo tan bien, tan desde el alma, tan para el alma que no creo en el efecto boomerang de las palabras.
Antes nos decían que crecer duele, dolía el cuerpo: las piernas, los brazos, la barriga; lo que no nos dijeron nunca es que también duele envejecer, duele el cuerpo: las piernas, los brazos, la barriga, pero además duele el alma quizás eso sea lo que más.
Te leo y te releo, me veo y me redescubro. Gracias mil.
Elvira o lo que es lo mismo glauca o pegatina te dejan un abrazo enorme

Fran dijo...

¡Ay Elvira, o glauca o pegatina de mi vida! A mí si que me vuelven tus palabras, toman cara, gesto bello. A mí sí que me llegan. Nunca les temas y menoss si las envías a este hombre siempre con los brazos abiertos.

Un beso