martes, 16 de junio de 2009

Quiero el presente de mis pasos difíciles


Jesús Ferrero en un excelente libro Premio Anagrama de Ensayo sobre “Las experiencias del deseo” deja muy claro en su exposición sobre la vergüenza y la culpa que “no podemos vivir con plenitud el presente si el pasado se convierte en una de las formas de la culpa”, ni tampoco “podemos vivir en paz si el futuro se convierte en una de las formas de la urgencia.” Bien me vienes, Jesús, cuando uno mismo ha decidido ya para siempre asumir ese presente de pasos difíciles que dimos y que no tienen ya vuelta atrás, andadura de remiendo porque he decidido no remendarlos, dejarlos donde están, a la intemperie, y quererlos con su obscenidad y su exigencia. No me valdrá la pena porque no quiero pena, ni el remordimiento –qué palabra más hostil- ni la urgencia, ni culpa alguna.

A estas alturas si me he pasado la vida intentado eludir juicios ajenos y rechazando los propios, he preferido el misterio de la vida ajena porque los muertos merecen tanta indulgencia como los vivos y nadie, mientras nos quede un solo minuto de vida, podrá juzgar y saber de nuestro destino hasta que hayamos definitivamente muerto. Por lo tanto no voy asesinar a este presente, voy a dejarlo correr a su aire con desperdicios y errores, con la forma de volverse ante una mirada ajena bella e insistente.

Y hasta no calificaré de mérito alguno ni un solo paso difícil dado, intentaré quedarme en la templanza para que sean templados los juicos ajenos, pero tampoco tendrán demasiada importancia, todo junto plasma la vida y a aguantar a la vida se le debe dar mucho respeto, la esencial lentitud que siempre tiene. Me dejé sobornar muchas veces por su lirismo, por un discreto modo romántico y de resaca porque el lujo siempre lo he encontrado en el corazón del hombre. Umbral decía –metáfora va, metáfora viene- que “el lujo de donde viene lujuria, no una invención natural sino un instinto natural de la especie.”

Ya que lo nombro, estos días precisamente, Seix Barral ha publicado 126 poemas post mortem de Francisco Umbral, su género menos conocido: “la mujer es el aire, lo que ha de venir, el dibujo que buscan acertar las auroras.” Quizá por eso yo seguidor de Umbral soy capaz de esperar de cada aurora la fuerza que me traiga una mujer. La devuelvo con esa plenitud presente, me hago fuerte con ellas y venzo para no tenerle miedo al pasado a todo lo que tenga que venir.

Prefiero quedarme con el turbio presente pero fuerte, construido a veces para envejecer porque envejecer es para mí recuperar el presente y contárselo a alguien, es un instante, rescatar las primeras veces y perderle el miedo al porvenir. De ese presente sé buscar siempre a tiempo aquello que me mantiene como una constante agresión perfumada frente al pasado que ya existe y el futuro que tiene que venir y todavía no me lo han presentado. Quizá sea como las mujeres que Umbral contaba que perfumaban con su sexo el glande para una semana.

Es mi lucha, mi estancia quieta de cada mañana que me hace válido poder terminarlo todo, poder dejarlo en presente tierno como el último libro más difícil que el tiempo. Me acabo cada mañana el declive del acostumbramiento, la prolongación de mi interés por mi presente. Ya Goethe decía que su memoria sólo llegaba hasta donde llegaba su interés. Pues a mí no se me acaba. Tengo como una melena dramática de vida, una zona a destiempo de caricia, una permanente belleza de rincón romano donde están los libros más cercanos, el lujo de mi madurez, un momento con cariz de amuleto.

Entonces, cada mañana soy capaz de matar para la supervivencia propia y ajena todos los dragones de la tierra. Me basta una piel vieja pero memorable y una mirada de confianza.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Entre dolores, aciertos, y circunstancias se nos pasa la vida; nos duele el amor si pasa, duele la soledad, las decepciones es una visita inesperada. Estamos tan acostumbrados a que todo termine, por eso mismo, hay que retener en la memoria el amor a veces silencioso. Aún a pesar de todo la vida es hermosa y contigo Fran querido, celebérrima.

Un beso,

María

Anónimo dijo...

Y no sabes, querido Fran , cómo se agradece que todavía queden caballeros que sepan matar dragones un lunes por la mañana...
Besos, cuídate mucho.

Anónimo dijo...

Ni vivir el presente con remordimientos, ni urgir al futuro,
sólo dejarnos ir con lo que tenemos, con esa paz que nos
produce el poder mirarnos por
dentro, sin exigirnos nada.
Y asirnos a la vida y a las mieles
que aún nos ofrece, con la mirada
inquieta y expectante de los niños.
Vivir, simplemente, Fran, vivir.
Y lo que dejamos atrás, que allá
se quede, es irrecuperable, sólo
está ese regalo, sin abrir, que
es el hoy, hermoso regalo, ciertamente.
Y cada mañana, en ese reestreno
que la vida nos obsequia, desafiar
y vencer a todos los dragones.
¿Habrá triunfo mayor o alegría
comparable?

Fran dijo...

Sí, María, la vida es un cúmulo inesperado de presentes que hay que admitir, pero inseparable, única.

Gracias por lo de celebérrima.

Un beso

Fran dijo...

Sabes, Reyes, que siempre estaré a tu lado mientras pueda, no le temo a los dragones, a casi nada.

Y cuidarme ya es más que un invento, una necesidad que hacemos juntos.

Un beso

Fran dijo...

Anónimo: todos de alguna manera nos agarramos a la vida con lo que nos trae y podemos hacerle frente.

Un beso

Anónimo dijo...

Fran: Desafortunadamente, no
todos... Para algunos, vivir
es morirse todos los días...

Fran dijo...

Anónimo: No, eso es absolutamente falso y derrotista. Un minuto que nos quede ES VIDA. Con dolor, con sufrimiento como sea. AGRRADOS.

Anónimo dijo...

Fran: no hablo por mí. Ya sabes
lo que pienso. Mi optimismo y
deseos de vivir no tienen límites.
Mi testimonio ya lo he plasmado
aquí, en ese anónimo. Cada palabra
es una afirmación de ello.
Pero, no todos son así...

Anónimo dijo...

Fran: te amplío mi comentario.
En mi corazón sólo hay felicidad.
La felicidad nace de muy dentro,
de esa certeza de sentirse amado
y de amar sin preguntar, ni exigir.
De allí, mi total contentura con
la vida.
Mi angustia es por aquellos que
no saben valorar la maravilla de
estar vivos, que cada minuto cuenta, que es precioso, irrepetible.

Bambú Blanco dijo...

Los dragones, esos seres del imaginario... Espero que los dragones de la humanidad a los que te refieres sean un símbolo de lo mediocre que nos rodea...
Porque a mí los dragones me gustan :)
Un abrazo.

Fran dijo...

Sí, efectivamente, Bambú, es la lucha contra la mediocridad y contra el infortunio o el miedo a veces.

Baesos