Estos días, Juan, en mi riesgo al empezar el día, en mi
hábito, mi secuencia ineludible, he encontrado mi defensa muchos ratos contigo,
con tu empeño en evitar que lleguen a extinguirse esas dos especies, el
periodismo, los libros, en suma la palabra escrita. Contigo, con tu última obra,
he aprendido con su lectura una manera de defenderme frente a la proximidad,
todavía proximidad, de esa edad que ya no es edad, ni tan siquiera vejez, sino
una cercanía a lo que Lledó dices que llama “esperanza de vida.”
Si se quema del todo el papel antes de irme, habré sentido
en carne propia mi destrucción. Qué hacer con las paredes llenas de libros de
mi casa, con las horas de una vida entera dedicada a ellos. Es mi historia, la
única, la verdadera, leer la vida que
otros contaron, como acabas de hacer tú con “Especies en extinción”.
Tu libro tiene “la gravedad de los instantes” con tanta
gente que has conocido, con la que has pasado tus horas, tus cafés, tus copas
para siempre, tu insistencia. Yo que siempre he amordazado casi mi propia
escritura con las palabras ajenas, desde las metáforas que parece que un día
inventó Paco Umbral para todos los demás; yo que siendo estudiante, mi Facultad
no fue la de las disciplinas de Derecho, sino la de la pasión por la lectura
arrastrada desde niño, he sentido con tu libro entre mis manos estos días, que
la Literatura, hasta como simple amante apasionado, puede justificar toda una
vida. Y en tu caso lo fue desde el periodismo a la edición y otra vez al
periodismo, de forma brillante.
Los personajes que desfilan por tus páginas tienen a la vez
la vida y la profesión que te contaban y la que tú les has dado en tu memoria,
en la hermosa narración para devolvernos la seguridad que nunca terminará el
papel por agotar su vida con nosotros. Es cierto que la imagen y el sonido está
robándonos el tiempo y el sitio más antiguo, pero como dices “la vida es
crónica y suceso”, como tú has sabido contar y como sabes seguir haciéndolo, es
muy cierto que tu libro y tantas horas que llevas escribiendo en libros y
periódicos, impedirán que las llamas se lleven tus recuerdos.
Me ha ayudado al leerte, Juan, a recuperar la propia
importancia que siempre tuvo para mí la palabra escrita. Todos somos
vulnerables al dolor y a la muerte, pero a mí me viene sirviendo la palabra
ajena, el amor y el respeto hacia ella cuando he encontrado un valor detrás
para recobrar cada mañana un mínimo de resistencia. No me calma al pensar en
Dios, ni Dios, tan sólo siempre los libros, la palabra escrita, tu columna
cuando detrás de tu periodismo siempre hubo algo más, literatura.
Llevas razón cuando te preguntas “¿cuántas personas tienen la posibilidad de aceptar su propia
muerte antes de morir?" Pues sin aceptarla, Juan, cada uno hemos de ser
capaces de al menos convivir nuestra vida con aquello que nos haga posible ser
felices con nuestra dedicación. Eso es lo que se traduce de tu libro, de tus
memorias más que escritas, sentidas. Has sido capaz en tus más de 400 páginas de
captar mi interés no ya por los retratos
profundos y llenos de interés que trazas junto a tantas figuras de la
literatura de nuestro tiempo.
Tu hazaña para mí está, en que no hay una sola línea vacía
de sentimiento. Es cierto como dice Muñoz Molina que no es automático el paso
del sentimiento al acto, hay, efectivamente un abismo entre medio. En tu libro,
en cambio, en tu hermosa defensa del papel, tienes tal poso de sentimiento que
dan ganas de inmediato en convertirlo en realidad.
Me ha llenado de felicidad leerte, Juan. Gracias por
defender mí tiempo en el papel. Ejercí muy escasa y temporalmente mi labor de
crítico literario en las páginas de un periódico local y ya en este tiempo que
no sé si llamarlo de vejez o de permanencia hasta me permito la osadía de
decirle a la gente en la red, lo que leo, de sugerir dónde hay buena
literatura. Es fácil, porque es contar por dónde transcurre mi vida.
Salgo de tu libro, fuerte en la idea que no se quemará nunca
el papel. Como dijo Vila-matas, se sale de una vida, “como quien sale de una
frase.” Para quedarme en la siguiente. De Tu “Especies en extinción”
llegaríamos muy bien a “La playa del horizonte”, a ese bar que contabas que ya
estaba “absolutamente lleno de pupilas dilatadas.”
5 comentarios:
Es triste considerar a los libros como "especie en extinción". Yo me niego a hacerlo. La palabra escrita tiene la vida, el calor, hasta el perfume que de ella emanan, que perdurarán.
Yo tengo como cerco, mis libros. Me acompañan, conversan entre ellos. Abro alguno, al azar, y mis manos acarician cada letra, embriagada de ternura.
Esa carta que le escribes a Juan Cruz, me ha conmovido. Él se merece todo cuanto dices, todo cuanto recreas y nos cuentas, en tu bella prosa, en esa forma hermosa que tienes de escribir, Fran.
"No se quemará el papel"... No.
Un beso.
Yo también leo, BB, libro digital, pero como tú pienso que el papel nunca se terminará. Y que necesito igualmente los libros cerca, a mi vera, son parte de mi condición humana.
Conmoverte a ti, me conviene.
Un beso
Hola Fram: tiempo si pasar pot tus paginas. al fin llego el dia, aunq no siempre estubistes en el olvido.
Los quehaceres, los viajes, la dedicaciòn a mis vicios, un sumo de cosas. q te hacen dedicar poco tiempo a los escritos, pero no hay olvido.
besos y cuidate.
maria dolores.
Bienvenida de nuevo, María Dolores, ya sé que tu mundo es amplio y lo vas recorriendo, sin olvidar a quienes estamos más quietos.
Besos
Hola Fram: quien deja el papel, entre los estantes, si cada dia hay algo q buscar, por los recuerdos q ellos nos dejan.o dejaron.
El mundo es interminable. el trato es indefinido, tanto q aprender y amar, en todo lugar dejamos algo, q no es olvido, es tan solo amor compartido, ellos se alegran de vernos y yo màs aun, porq entre otras cosas entrego parte de mi amor.
Seguimos. besos maria dolores.
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