viernes, 11 de mayo de 2012

LA PASIÓN DEL COMIENZO Y LA RABIA DEL FINAL



Aún estoy a medias porque pienso que es un poco pronto para limpiar la pizarra como si fuera un enseñante que anticipa el final de su trabajo sin saber claramente cual fue el mejor momento. Todos ponemos mucha pasión en cada comienzo y sin embargo se nos estampa la mirada, nos llenamos de rabia cuando nos vamos dando cuenta que se trata simplemente que llegamos al final. Morirse debe ser malo, pero sobrevivir con cansancio puede llegar a ser mucho peor. Quizá parecido –dentro de ese mundo propio de las nostalgias que me invento-  que ya no me proporciona consuelo suficiente acabar con el cansancio, descansando;  porque por el contrario es más importante cuando juntaba a esos momentos la alegría suave de tener entre las sábanas a alguien conmigo con idénticas ilusiones de comienzo. Ahora mantengo esa compañía a base de algo tan grandioso como es la comprensión y el entendimiento. Lo alargas cada día con la debida nostalgia de cuando no tenías necesidad de echar mano de ello. Se daba además por descontado.
Pero todo tiene el mismo motivo, la rabia del final, de las cosas que no has hecho, del agotamiento que te lleva a su término porque todo aquello que te pusiste como un hermoso trabajo para sustituir el que ya no tenías, te vas dando cuenta, te vas preguntando, si nadie me obliga, si ya me cansa por qué sigo haciéndolo.

Viene a ser lo mismo a cómo hago a la hora de elegir los libros que voy a ir leyendo. Es muy bonito encontrar el que quieres, el que necesitabas que alguien hubiera escrito para darte placer el leerlo, expresamente a ti, como si su autor supiera que querías que te diera su fantasía, sus ideas, su propia imaginación. Sigo acercándome a las novelas que no tienen historia, son sólo sensaciones de los seres humanos al rozarse, sin llegar a encontrarse jamás. Alguien me lo explicaba: como un polvo sin eyaculación. Me gusta que no pasen cosas, que ya me imaginaré yo que pasan, que me den sólo la prosa, los puntales, el andamiaje sobre el que se sustenta el libro y yo ya le buscaré su belleza. No me hace falta que me definan demasiado los personajes, me bastan los seres humanos húmedos e inseguros.

Y lo mismo que con los libros he venido haciendo, he practicado a la hora de aprender las cosas que no sabía hacer. Me llamó la atención al tener que estar prematuramente mucho tiempo quieto el poder de la comunicación de la red –y prefiero las redes humanas, el contacto individual, a las redes sociales-. Me cautivó la magia del diseño, de cambiar tanto un rostro o un paisaje para apenas reconocerlo; se trata de un infinito poder de la tecnología casi un poco deshonesto pero que requiere habilidad e imaginación como si estuvieras entre sueños de colores.
Pero otras veces, me quedé como haces en la vida con tus propias obligaciones, casi a medias, por terminar, he sentido cansancio antes de tiempo, como si me quedara por acabar de leer la novela y no supiera que quiso decirte del todo su autor, qué es lo que pasaba. Pero cómo no, siempre conservé el deseo de aprender, la rabia –que aparecerá luego al final- de no tener suficiente tiempo para hacer todo lo que quería hacer. Son dos corajes juntos, dos maneras de torcer el gesto sin que nadie me viera, como un símil a no estar haciendo nada práctico.  Eso me ha pasado y me ha pesado en muchas ocasiones sobre mi persona. Como un para qué constante, sin respuesta porque a fin de cuentas  todo lo que hacía o no trascendía o pienso que tenía escaso valor.

Hasta en ese hermoso mundo de comunicación, utilizando una página de  Internet para acercar a mis amigos a los libros que estaba leyendo; incluso a gente que luego me buscaba sin que yo jamás supiera quienes son, en este camino de mutuo recorrido (qué lees, yo estoy leyendo) cada mes me detengo ya para preguntarme si debo seguir haciéndolo, si es verdad como hace un rato me escribía una buena amiga que sugiero y oriento.
Lo he venido haciendo ya desde hace casi 8 años cada mes como quien siente un tremendo amor por algo y quiere compartirlo, abriendo los brazos y las puertas, en un boca a boca que es la mejor manera de decir las cosas. Hablar de libros para mí, es emocionarme, quererlos al contarlo, es una especie de sexo duro perfecto. Evita además el olvido permanentemente, produce necesidades de conocernos mejor, es un rasgo de honradez pasar una página o empezarla de nuevo.

Pero todo esto que comento me lleva al título que le he puesto a mis palabras, reconocer el propio deterioro que para todo y para todos tiene el tiempo, acordarte de la pasión de los comienzos y la rabia que te traen todos los finales. Vas perdiendo hasta el maquillaje detrás del muro de la dignidad que tenías delante. Ganas peso físicamente al escasear ya demasiado tiempo tus movimientos, pero pierdes ese mismo peso o más que te proporcionaba la ilusión de hacer las cosas como cuando tienes el cariño junto.
Pierdes hasta el instinto y la pasión de todo comienzo para seguir empezando de nuevo.

6 comentarios:

BB dijo...

Para ti, abrir un libro es vivir la vida de otros, la que a lo mejor quisiste o deseaste para ti, o solo disfrutar de la palabra vertida en él.
Creo que es hora de que seas tú el protagonista, de vivir con toda la intensidad que aún te queda, tu propia historia. Entonces, yo te leeré con fruición, bebiéndome tus palabras con ese placer que siempre me inspiran.
No me gusta verte replegando
velas. No, ¡hay buen viento y buena mar!
Un beso, Fran
BB

Fran dijo...

Tu comentario BB, siempre es impoetante y ayuda. Tampoco te preocupes antes de tiempo, no voy de retirada, pero el tiempo pesa.

Quizá cuando menos lo esperes empezaré -nunca es tarde- a contar tanto lo propio que te puede embelesar y asustar.

Besos

Anónimo dijo...

Hay momentos en los que me quedo en silencio. Esos momentos en los que te sumerges en el ayer, de los buenos y tristes recuerdos. Porque ya solo son recuerdos y lo vives en tu memoria.
Esos momentos buenos siempre se anhelan. Porque son momentos de felicidad y donde ries,compartes y consideras que son los mejores de tu vida. O por lo menos hasta entonces. Y esos momentos son los que tanto extrañas y hacen que tu mente retroceda en una nube gris y triste pero de bonitos recuerdos
Siempre estoy contigo Fran.
Recibe mi abrazo .
Ana

Fran dijo...

Aunque la vida es hoy, Ana, es evidente que en esos "silencios" de los que hablas el alimento de los recuerdos nos sirve, lo necesitamos.

Siempre también con tus palabras.

Un beso

Anónimo dijo...

Ya todo paso a ser historia,anotamos,corregimos seguimos sin pausa, la misma vida no los exije, para q retroceder y posiblemente tropecemos con la misma piedra y la verdad ya no està una pata tropezones, si buen calzado y aligerarse de ropa q nos llego un buen tiempo, sonreir cuesta poco y si añoramos las alegrias, q nos queda? pienso q tu sabes q hay tras de fondo, de lo vivido, ilusiones y el conjunto de las letras.
Besos maria dolres.

Fran dijo...

Qué bien sabes entendermr, María Dolores, en efecto para mí siempre detrás de los pasos -los tuyos son más andariegos- esrtán todas y cada una de mis palabras.