martes, 3 de mayo de 2011

OTRA VEZ HE DE LEVANTARME DE NUEVO


Como si fuera un hecho cotidiano y normal, pero el suceso de tocar de nuevo el suelo obliga a ello. Ni me sirvió estos días estar junto al mar como si fuera el horizonte que siempre tuve, el mar muy cerca. El anecdotario de las caídas que tiene la vida es múltiple y variado, ajeno a cualquier previsión naturalmente. Caerse es no sostenerse un momento, el suficiente para al mismo tiempo sentir el suelo como pedazo propio del que tienes que levantarte, pero a la vez son otras muchas cosas, darte cuenta, quizá, que acortas los caminos de sobra conocidos. Buscas de inmediato el auxilio y hasta que lo tienes piensas que se te está terminando en ese instante el mundo. Y es muy simple lo que necesitas: levantarte del suelo ya que sólo eres incapaz de hacerlo.

Curiosamente han sido estos días de mayor quietud, de silencio, de pausas en la lectura porque acaba uno convirtiéndola en oficio, casi en destino. Y la anécdota de un cortísimo desplazamiento puede darte con los pies en el suelo. Recuperé con la necesaria ayuda tras mis voces enérgicas y solitarias mi camino de nuevo, hacia casa, hacia mi sitio, hacia los libros, la hoja de papel de un monitor insistente, pero antes, al sentirme unos momentos amigo de una soledad hosca, única y personal, he dejado más señales en mis ojos que dolores sentía por mi cuerpo; he llorado sencilla y llanamente sin tener que dar explicaciones a nadie. Tan solo a mi torpeza y a mis limitaciones.

Empecé a pensar lógicamente que se me están terminando muchas cosas antes de tiempo, hasta aquel que escribía y mostraba la insistencia en el esfuerzo, no era el mismo, ni mucho menos, que quien había estado en el suelo. Pero voy a tener que volver a serlo, subirme de una superficie lisa a las zonas más altas que tiene el entusiasmo del lenguaje, tengo mejor sitio allí, más imaginación para vivir, la posibilidad de ser otra vez el mismo con mi sugestión, con el misterio con que siempre he rodeado las maneras de dirigirme a la gente que quiero.

Me quedan todavía muchos besos y abrazos guardados, todavía por darlos. Y es verdad cómo desde lejos, pero sintiéndolo muy cerca, me lo dijeron. Le he plantado demasiadas veces cara a la vida, he sabido explicar cómo es la ley del esfuerzo para inclinarme siempre por ese lado positivo que siempre existe cerca. Así casi me lo exigieron. Cuatro cosas que he aprendido, cuatro razones; hasta a veces he intentado explicar qué supe de las mujeres para que ellas me contaran cómo eran, cómo me gustaba que fueran.

Tendré pues que compartirlo todo de nuevo, volver a disfrutar los placeres que vi pasar. No ha ocurrido nada especial, ha sido una interrupción imprevista a lo mejor sólo para seguir viéndolos, sintiéndolos como propios e irrenunciables. Es verdad, aún me pueden quedar las mejores cosas de la vida que sean a la vez un punto de encuentro y el mismo de partida.

Hasta me saturan esos momentos de soledad cruda y ancha que todos tenemos derecho a disfrutar porque puede ser en determinados momentos formas de querer a los demás. Todos los sentimientos que se come uno por dentro y no sabe qué hacer con ellos.

Olvidaré los hechos que suponen cualquier caída pero jamás lo más importante de la vida: las personas que me pone cerca, desde cerca o desde lejos. Si el otro día escuchaba a Ana María Matute en su discurso del Premio Cervantes que “el que no inventa no vive”, me voy de nuevo a inventarme las mejores maneras. Seguiré contando los libros que he leído como heridas que ya tuve, que se cuelan por las rendijas, que a veces no me dejan dormir pero siempre soñar, insistiendo en soñar.

Puedo asegurar y aseguro que estaré más cerca otra vez de lo que estuve jamás. De cualquier página en blanco, de las ganas de decir algo cuando me aprieten los sentimientos. Ni le voy a tener miedo a la posibilidad de la felicidad, cuatro momentos bien llevados. Cuando algo esté mal, voy a sentirme bien en el acto porque si me duele una caída, vendrá siempre la alegría, yo la traigo, me la regala el lenguaje cada tarde.

Estoy seguro que voy a sentirme de nuevo a gusto como si hubiera vuelto de la playa a cualquier bar de ambiente donde esté permitido el coloquio que tienen las caricias. No quiero más rencillas con la vida, quiero la vida como si fuera a ser ese punto de apoyo que no tuve el otro día. Esperaré si hace falta en silencio hasta donde lleguen mis dedos, hasta pienso que puede que al levantarme alguien me haya devuelto unos cuantos centímetros que tenía en mis principios.

Volveré de nuevo a las crestas del placer, a los besos que he dado y que no he dado, es mi susto de amor que se me escapa a veces por todos los lados. Seré el que estuve aquí siempre para que alguien venga a leerme. Es verdad que a cierta edad ya nada es ideal, te lo has de fabricar, como si fuera otra vez ese amado de Amos Oz con una especie de entusiasmo contenido, mi pathos más tranquilo, las palabras que sé y a las que me aferro como las más altas que encuentro en la vida.

Desde allí soy capaz de levantarme de nuevo.




6 comentarios:

Dol dijo...

Te levantarás una y mil veces y más de un par de ojos segurán aquí, esperándote.
Y más d euna boca se beberá tus palabras como elixir de dioses , para sacar conclusiones sobre las lecciones de la vida.
Besos, Fran.

Fran dijo...

Es verdad, reyes, seguiré levantándome cuantas veces sea necesario aunque cada vez me cueste más.

Y una de las razones para hacerlo es quién me mira y me escucha, como tú dices. Estén o no tus comentarios, sé que de algo te sirve mi lenguaje.

Con que lo hagas tú tengo suficiente.

Junto a mi beso, mi gratitud.

Anónimo dijo...

De algún u otro modo todos sufrimos caídas con el consiguiente proceso del dolor y su recuperación. Lo malo no es caerse sino el saber cómo levantarse y mantenerse erguido tras una caída y tú sabes como hacerlo, aunque cada día cueste un poco más.

Tú y yo lo hablamos, nos dijimos como sobrevivir a estas constantes caídas que nos vienen impuestas y aunque cada vez la recuperación sea más lenta los dos sabemos que muletas debemos agarrar para continuar...

Continúa,Fran, y yo desde la distancia alargándote mi mano a modo de una de esas muletas. Bien se que me entiendes.

Un beso.

Bolboreta

Fran dijo...

Sí, a estas alturas, por supuesto, la vida le enseña a cada uno cómo levantarse y yo tengo un manual muy completo aunque haya momentos en que se asuma peor.

Para continuar en todos los frentes que he abierto necesito -interrumpiendo cualquier plan contrario en uno de esos instantes mal asumidos- que me llegue a tiempo, que casi no me deje ni respirar para pensar lo contrario. También sé que me entiendes.

Todas las cercanías posibles hay que notarlas siempre como una posesión defintiva.

Un beso

Anónimo dijo...

Yo he estado bien ocupada, con las visitas temporales, asi q poco me quedo de abrir tu pagina para leer, aunq si lo hice a veces y pensè, cuando nada dice , es q està junto a la mar, tu mar, es el mio, bello azul y verde, aunq sea en los pensamientos audaces.. ya relajada, despues de su marcha, y yo en mi casa sola, como las beatas, llenas de estampitas en la mesilla y las perras de mi vecina..
pero con la ilusiòn de volver a salir de ella, de està soledad, q nos imponemos y q no hay otro remedio, a veces y no , las numero, escucho y para q quieres tu casa, para q la mandastes construir. respuesta, en algùn sitio tengo q guardar mis trastos y recuerdos.y en ella mi vejez...
besos maria dolores.

Fran dijo...

María Dolores, tu comentario es muy bello. En efecto, frente a mi mar estaba y a la vez en mi casa me quedaba anclado como tú. Dices que en la tuya guardas trastos, recuerdos, vejez. Yo solamente ya, libros y vejez.

Gracias y mis besos