miércoles, 6 de abril de 2011

VOY A LLEVAR YO SOLO LA CUENTA DE MI ESFUERZO


Me lo dijeron una mañana con sabor a cerveza bien puesta, me vinieron a insistir casi hasta en la estética de cómo llegaba caminando a la mesa del bar donde me esperaba mezclada la amistad y la copa de cerveza. Yo venía de dos sitios consecutivos y bien distintos: un consultorio de Hospital y una tienda de libros; cierto miedo a que detrás de un acceso ya no quede tejido sino hierro; en cambio, es mejor lo que iba leyéndole en su “Doméstica” a Julio Rodríguez: “Vivir es perdonarse la vida” y me la tengo que perdonar yo sólo, contándome a mí mismo cómo hacerlo. A solas llevaré la cuenta de mi esfuerzo, uno no debe buscar sitio ajeno, cuando tiene el propio, sino palparse el interior cada vez, cada momento y notar hasta qué punto fui capaz de crear mi propio privilegio.

Es cierto que a veces conviene repasar con el cariño ajeno cada paso dado, cada uno de los que sigo dando. Pero las más agudas preguntas y sinceras respuestas vienen de dentro donde están las cosas importantes y bellas. Las voy sacando del más amargo árbol de la memoria, de la senda de los propios dolores, porque ciertamente desde allí me llevaron hasta el estado previo que tiene el lenguaje, por eso mi empeño en expresarme.

Hasta lo he rebatido en voz ajena bien querida y entendida en el tema. Déjame, que nadie tenga más miedo del que yo ya tengo, pero si hubo las suficientes veces para salir de él, no puedo menos que ser capaz de hacerlo de nuevo. Anduve siempre en primera fila hasta que las manos se me hicieron rugosas y alargadas como las de los demás viejos, ahora en cambio el derecho a la vejez lo tengo yo.

Pero nadie va a ser capaz de discutirme esa cuenta del esfuerzo, el valor que tuve en tantas ocasiones para suprimir la tristeza; el dolor que avisaba que el paso siguiente iba a ser mucho peor del que acababa de dar. Utilicé cuantos medios hubo para poder darlos, pero aseguré que llegaría un día en qué únicamente mi figura menos prolongada y más solitaria podría seguir por un camino propio y único, yo sólo, sin apoyo alguno.

Es mi vida, es mi esfuerzo desde esa contabilidad solitaria y orgullosa una protesta a la vida cuando ésta te quita antes de tiempo un pedazo que debiera de tener entero todavía. Una protesta erguida –en metáfora umbraliana- como unos pechos bien llevados con mínima lencería blanca sin que apenas se noten los restos de la última caricia gratuita. Lo tengo todo esto a la vista cada día, me persigue el lenguaje, la palabra que le sobra al poeta, la insistencia que tiene la novela por parecer que no es novela.

Todo es testimonial cada mañana con los libros, dos capsulas de café nexpresso como preparándome a la cultura que me traerá la tarde desde media tarde después de la urgencia de recuperar esa parte que le quité antes al sueño. Mi demostración propia y ajena es simbólica, me cansan tres manzanas de mi barrio casi más que me cansaban aquellas anchas cuadras de la Quinta Avenida en Nueva York. Me cansa comprar la prensa, una revista de informática que leeré a medias solamente, me cansa la sensación que tengo de urgencia para llegar a tiempo y la demora que se producirá después porque siempre iré llegando tarde.

Y este escritorio público, cada vez está más cerca de llegar al silencio, de borrar de la pizarra los escritos donde he dejado demasiadas veces los sentimientos. La red no fue justa conmigo, no fue una mala racha, fue darme cuenta de que nadie vino como yo necesito a quedarse conmigo.

A solas, en cuadernos privados que no leerá nadie mediré lo mismo mi esfuerzo; conservaré la belleza y la tentación que para mí siempre tuvo el idioma, su continuidad la llevo dentro, en los libros que leo, en el temblor del pulso que ya tengo, en la capacidad de pensar que luego de esta mañana vendrá todavía otra de nuevo para seguir ejerciéndome en ese camino del esfuerzo con mi más honda y recóndita certeza.

Me hallo como sólidamente instalado en un amplio pedazo de tierra donde la gratitud suple al deseo, el recuerdo al sueño y la soledad, la necesaria soledad para poder saber hasta dónde seré capaz de llegar, está ahí, inevitable, hablo hasta con ella. Y me ayuda.


8 comentarios:

Dol dijo...

Haces bien, no necesitas a nadie porque luchar sabes hacerlo muy bien.
Un beso desde aquí.

Fran dijo...

Tú eres la que entiende muy bien, Reyes.Y además, cada vez que te acercas, me ofreces lo que necesito. No es fácil porque yo no lo soy.

Un beso tuyo, desde donde sea.

Anónimo dijo...

Bueno como siempre me cargue la respuesta.
No podemos medir las fuerzas, si recordar q los años no pasan porq si, recordar q vivimos q hicimos, nos hace ver q no pasan sin pena ni gloria.Las vivencias son una parte interna de nuestro ser, los hay satisfactorios y otros llenos de errores.. solo quizas por dar màs amor del q veces esperan o merecen.. sin estar arrepentida de lo q entregue, porq son momentos q nos dio la VIDA..Los apuntes quedan ahi , muy internos, porq solo se escribieron en entrega de los sentimientos q nos provocaban.
El deterioro fisico, no se lleva, los del amor q se siente aùn, apesar de estar fuera de orbita. los ojos no envejecen.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Es cierto que los años no pasan porque sí, y que los apuntes propios internos no se lo puede llevar nada. Sabes muy bien lo que es eso.

Un beso

Anónimo dijo...

No sé cómo decirlo. O acaso tendría que susurrárselo al mar, decirle por lo bajito, hoy fui a ver la palabras de Fran y él me constesto guárdalas bien, son palabras que llevan alma.

Adorable, un beso o dos,

María

Fran dijo...

María, tienes la particularidad que tus comentarios sean a su vez susurros para mí como si yo formara parte de tu mar. También guardo siempre tus palabras con alma. Que no me falten jamás.

Te iba a pedir todos los besos que te queden, pero lo haré cada vez.

Anónimo dijo...

Hoy me quedo con tu último párrafo, porque al igual que tú también me hallo instalada en esa parcela elegida, donde la juventud ha dado paso a una serena madurez, donde nuestro cerebro implacable va dictando las órdenes que acomodan nuestras emociones a la realidad física y el paso de los años.

Dices que en ese territorio tan tuyo el deseo ha dado paso a la gratitud, donde el recuerdo suple los sueños y yo mi querido Fran, quiero pensar que tu deseo no quedará escondido tras esa gratitud, quiero pensar que tus recuerdos no anulen tus sueños, quiero certificar que Fran seguirá siendo Fran, a pesar de ese asentamiento temporal, y que tu esencia sabrá mantener deseo, sueños y ganas de vivir siempre.

Te quiero, lo sabes, por tu especial modo de sentir y compartir todo eso que llevas dentro y que derramas en este espacio a través de la palabra.

No dejes nunca de soñar, te lo ordeno.

Un beso

Bolboreta

Fran dijo...

Te lo he dicho muchas veces, Bolboreta, que tus comentarios llegan hondos por la necesidad que siempre tengo de ellos.

Es verdad, que me siento viejo a veces porque la vida me lo provoca y los quebrantos me obligan a ello. Tú sabes mucho de ello y me enñaste de continuo a vencerlos cuando tu palabra estaba siempre junto a la mía volando entre correos electrónicos.

Pues mira, eso me hará falta realmente siempre y como también te quiero (cosa que igualmente lo sabe el mundo entero) luego de escribir este post, que me salió por necesidad desde dentro, tendré que hacer lo que dices, tan sólo simplemente por ser una orden tuya, una persona demasiado importante y necesaria.

Para no callarse del todo ese Fran que tú conoces, necesitará contártelo luego.

Un beso

Tu Fran