martes, 8 de marzo de 2011

ESE GRAN ALMACEN DE EMOCIONES HUMANAS


Forma mi casa constituyendo sus paredes un gran almacén de emociones humanas, miles de libros que después nadie sabrá qué hacer con ellos, ni siquiera dedicarle el mínimo tiempo necesario para buscar quizá aquellos especialmente queridos y de muy alto valor por su edición, por su momento: mi preferido de Umbral, “Mortal y rosa”; esa prohibida de “La colmena” que tuvo que editar Noguer en México; o el “Rayuela” de Cortazar”; o las Obras Completas de García Lorca publicadas por Losada en rústica, como aquellos libros que había que cortar sus páginas al leerlos. Yo que sé, muchos de ellos, a los que yo tampoco les voy a dedicar ahora tiempo para poder separarlos y regalarlos a alguien en lugar de que se pierdan a la vez que se deshace una casa.

Mientras viva, mientras tenga mis 200 metros para dos personas como si viviéramos a ratos sin encontrarnos apenas, constituyen mi piel y aunque ninguno lo vuelva a leer están casi en su sitio más o menos, en la sala de estar a dónde estamos, en el largo pasillo que prolonga la casa hasta no terminarla, están aquí a mi lado, donde escribo, donde mi mujer le da por practicar todavía deformidades de docencia y estudia como si fuera a seguir enseñando, o leyendo alguna cosa ajena sabe enseguida donde le falla la gramática a cualquiera.

Mientras esté aquí todavía, los libros serán eso, mi gran almacén de riqueza propia que no heredará nadie, que se terminarán conmigo, que me los llevaré hasta luego para que allí a donde vaya pueda poder seguir leyendo. Únicamente voy a dejar presente, cómo los he ido leyendo: desde niño empecé con esas fichas de cartón que todos recordamos con renglones para marcar el camino en que íbamos escribiendo y los mismos datos, las mismas referencias que tienen ahora en la base informática de Acces. Hay un número de orden, a medida he ido creando esa cita guardada; un autor de la misma; el título del libro de donde ha sido sacada, su editorial, su Copyrigth; la fecha de lectura; la valoración personal que me mereció; la cita entrecomillada y el número de la página del libro de dónde proviene y una palabra clave que me puede permitir su localización entre varios miles. Esa base de datos, como el fruto de lo que he estado leyendo toda mi vida, irá a parar a manos de alguien que ha sabido captar cuando se lo enseñé el valor que eso tuvo para mí durante tantos años.

Todo tiene un origen: la imagen que encabeza este post: “Librería Romero”. Por allí pasaron no solo personas que me compraban un libro, sino escritores que en su “rincón de lectura”, explicaron los motivos de su último libro, enriquecieron esa estancia que para mí fue el lugar más hermoso que he ocupado en la vida. Para mí allí fue siempre fiesta, con las copas que tomábamos los actores que estaban actuando en la ciudad en esas fechas; mezclábamos la ginebra y el libro, la sensación y el sueño –al menos yo que al día siguiente iba a intentar vender los mismos libros que ellos se llevaban, diciéndome, “ya te lo pagaré, Romero”.

Daba casi lo mismo, yo no estaba allí dispuesto hacer negocio, en todo caso, el negocio gratuito de querer a los libros y repartirlos un poco; empezar a construir mi almacén de emociones humanas que dentro de poco alguien no sabrá qué hacer con ellas. Pero es igual, yo me siento como el poeta García Montero como si fuera “completamente viernes” para que mañana sea fiesta también. Es lo bueno que tiene cuando te jubila la vejez o la manera de tomarte ya las cosas, o la insistencia de tener que ir al médico e ir llenando de libros olvidados todas las salas de espera. Es fantástico –os lo aviso- no saber del todo cierto, el día de la semana que va a ser mañana, pues pongamos que Viernes, así vienen dos fiestas y tendremos más tiempo para mirar los libros en las paredes, para guardarlos disimuladamente y que no te siente mal ver que ya lo tenías o lo que es peor que estaba en el montón de los que están esperando su momento, su instante, el crujido especial al ver cuántas páginas tiene antes de empezar a leerlo.

Me devora la grandeza de este almacén de emociones humanas, que forma parte de mi mejor deseo como si hubiera estado fabricando toda mi vida este momento: sentirme con los libros –me vais a permitir una metáfora más- como al besar a una mujer, dentro de ella, llena de ella.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, borre y no se como la respuesta.
Tu coleccionas autores ... y yo?
Los separalibros son uno de mis utiles q traigo cuando viajo, porq los libros son pesados y los suelo regalar.pero me gusta marcar asi las paginas y retroceder cuando vuelvo abrirlos, siempre te queda eso de querer volver atras y mascar .se disfruta, y la vida es parte de ello.
Besos maria dolores.

BB dijo...

Los libros son para mi como amigos que viven en casa, a la espera de que nos sentemos a conversar. Y cada vez, lo que me cuentan me conmueve, me llena de tanto placer, de tanta alegría, porque como amigos entrañables, en mi hogar tienen el sitio de preferencia.
Los libros yo no los regalo, porque se han vuelto parte de mi y eso sería una especie de mutilación, totalmente dolorosa.
Yo los amo y ellos lo saben.
Se de que hablas, mi querido Fran.
Un beso
BB

Fran dijo...

Tus separa libros -que son puntos de libros- pueden servir, pero se irán con los libros, María Dolores. Mientras, yo acumulo en más de 10.000 registros citas de esos libros que puedan servir a alguien luego.

Han sido mi lectura, mi almacén, como dices, parte de una vida.

besos

Fran dijo...

Compartimos ese placer pues, BB. Naturalmente sabes de que te hablo porque tu lenguaje puede ser el mismo.

Un beso

Anónimo dijo...

Hola Fran. Me perece un sueño si pudira pasar unas vacaciones entre libros que hablan en silencio de tantas y tantas bellas historias.
Hay libros indispensables que nos obligan a poseerlos, a conser-varlos para hojearlos de vez en cuando, tocarlos, apretarlos bajo el brazo. Libros de los que es imposible desprenderse porque contienen fragmentos del mapa del tesoro.
Un libro, es el amigo que jamás te deja tirado.
Mi abrazo y saludo.
Ana

Fran dijo...

Ana, más que un sueño, unas vacaciones entre libros, te recomiento una vida entera. Nunca te defraudarás.

besos

Anónimo dijo...

Hay libros q jamàs me desprenderia de ellos, quizas porq pasaron por otras manos y como regalo pararon en las mias,CANASTA DE CUENTOS MEXICANOS, DE B.TRAVER. traducido por Rosa Elena Lujan 1956. La escuela de los Pillos de J.J. Soiza Reilly de 1939, los poemas de Raul Castillo Gomera, junto con El ALMA DE MEXICO, edicion limitada. y mis separalibros de los paises q visito y dedico mi horas de lectura. habria tanto para compartir y comentar.

Besos maria dolores.

Fran dijo...

Naturalmente, María Dolores, cada uno sentimos especial predilección por determinados libros por una razón u otra. Te voy a corregir en algo: lo que tú llamas separalibros, en más correcta utilización libresca son:"puntos de libro"

Puntos donde estuvimos, donde nos quedamos tantas veces para continuar.

Un beso a ti y todos tus recuerdos librescos.

Anónimo dijo...

Gracias por la correciòn, nunca es tarde para apreder.

Aun me falta el tuyo, para conservarlo entre mis preferidos y tenerlo como pieza unica de una amistad.
besos maria dolores.

Fran dijo...

No es una correción, es más común llamarle señales de libro, pero puntos es su verdadera denominación libresca.

Mis reserva especial o más querida de libros serían muchos, pero te nombraría la que considero mejor novela de Francisco Umbral, escrita con motivo de la muerte de su hijo: "Mortal y rosa".

Éste y otros queridísimos los estoy regalando, es la manera de conservarlos cuando no esté: ya lo he hecho con una primera edición en Mexico de "La Colmena de Cela, prohibida entonces en España, o "Rayuela" de Julio Cortázar o las maravillosas Obras completas de García Lorca editadas por Losada en Buenos Aires, ó "Justine" de Durrell muchos más inolvidables, María Dolores.