martes, 14 de diciembre de 2010

AMOXICILINA, COMPRIMIDOS DE LIBERACIÓN PROLONGADA


Menos mal, eso tomo, antes del desayuno, de la comida y de la cena. Ya no solo para que elimine de la vieja cicatriz en mis isquiotibiales, sin bisturí ni nada, algún cuerpo extraño que se quedó ahí dentro y no quiso salir cuando era su turno. Menos mal, además, porque con la amoxicilina me palia un poco ese rastro final que tenemos los hombres: ¿qué queda de nosotros cuando andamos medio acabados, sino una ranura de disculpa? Uno tiene que recurrir a lo que tiene aún de hímnico como dije el otro día, hasta que me lleguen las palabras que se esperan un poco porque la gente se va y a veces pasa eso, que de pronto se pierden las señas.



Hoy he recobrado sin embargo una dirección que tenía en una carpeta llena de hermosas imágenes; hoy mejor que en un banco en el viejo cauce del Turia, aquel que veía desde la finca de mi madre, a la bajada del Puente del Mar –la finca más hermosa de Valencia, con sus dos torreones, con su amplio mirador y las habitaciones de la entrada donde el ilustre doctor ejercía la medicina de curar las pieles-. (¿Habéis visto alguna vez, me hacía pensar, lo que es la piel de una mujer?)


En las palabras de mi conversador “Correveidile” celebraba que haya recobrado mi “Taller de Privilegio”. Mejor recuperación será con un escrito de él, en que no sabe si ponerse a servir o tomar criada. Yo vendré a colocar junto a sus palabras las mías que siempre reclamaron compañía. No, Correveidile, no necesité meter ningún “pet” en casa y jamás me daré por vencido.


Descenderé cuerpo abajo pero con mi taller de privilegio siendo yo solo su privilegio; con mi página que habla de los libros, acercándome a ellos; borrando si es preciso el camino que recorro y que quizá lo hímnico sea recuperar unas viejas caricias de la propia esencia, que nacieron con genes parecidos. Daré de nuevo dentro de escasos días un abrazo inolvidable a quien ya tuvo sitio en estas páginas para explicarlo.


No regresaré del todo, me quedaré hasta donde me lleven los comprimidos de liberación prolongada, pero súplicas, testimonios inolvidables para lo ajeno con consentimiento porque no tenía precio, no lo volveré a dar. Es imposible mejorarlo. Aunque siempre quedarán –y allí están- al igual que hago con “Las Pequeñas Resistencias 5” en la Antología del Cuento Español: o se le ama o se le rechaza, como una amante mal llevada. Probablemente, igual que citaba Vargas Llosa a Flaubert en la toma de posesión del último Premio Nobel, es verdad, “el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia”, que yo no tuve nunca. He sido más bien corriente, me defiendo con mis lecturas en el comienzo solitario de la mañana que me duran para todo el día y que hacen que me parezcan, como ya dije alguna vez, algo ilícito y precioso.


Sin talento ni paciencia, quizá, pero con café verdadero (hasta en mis estancias en los Hospitales, no tomaba Malta, engañaba a las enfermeras en cuanto se daban la vuelta con el café que me traían de casa). No, no quiero sucedáneos, quiero sólo lo verdadero, viejo amigo “Correveidile”, tú que también tienes tus entretenimientos, “de la que me haces gracia” cuando hablamos de la salud, que es lo que importa, lo único que ya me importa.


Me tendré que valer, como es siempre verdad reconocida, con el misterio inaugural de mis mañanas. Y a ratos, escribiendo, sacaré entrada de la vida, con una referencia ineludible a mi título de cabecera. Porque escribir también puede ser un vicio que te lleva hasta el fondo del que no puedes salir jamás, una mínima costumbre, como una mujer que cuando tiene un hombre cerca, hace algún gesto siempre, muestra un poco.


Ya me vale, escribiendo me muestro, me aporta calma, aunque es irregular (hímnica o de liberación prolongada) como en el amor en que alguien anda siempre corto y el otro largo sin explicarlo nunca.

6 comentarios:

BB dijo...

Si, es cierto. Cuando escribes, te muestras, te desnudas en palabras y son ellas las que nos llevan a contemplar tu alma, tus sentires, tus hondas tristezas o tus inmensos placeres. Y yo, que las espero siempre, porque son hermosas, porque me emocionan o aturden, algunas veces, me siento feliz por ello.
Y, ciertamente, que la amoxilina no obnubila, en lo absoluto, tu claridad de pensamiento, tu pasión por todo lo bello, por todo lo que es verdad, por todo lo que es bueno.
Siempre estaré aquí a la espera de esa palabra tuya, commovedora, dulce o atrevida, tu palabra, tu bella palabra, querido Fran.
Un beso,
BB

Fran dijo...

Tu comentario es muy bello, querida Baby y muy preciso porque demuestra que me entiendes con sólo exponer mis motivos en los escritos de blogmanía. Y además –lo más importante- con una espera cariñosa detrás que para todo aquel que se desnuda escribiendo le conmueve para luego, para la vez siguiente.

Intentaré ser tierno, dulce y atrevido, tres calificativos que necesito sean leídos, entendidos, respondidos así cada día más.

Un beso

Anónimo dijo...

La vida no va hacia atrás y no se para en el ayer.
Tomaremos fármacos para aliviar los dolores,pero los del alma....¡Nadie los entiende !
Sigue en la vida marcando ese regalo de letras y sentimientos,yo te admiro y seguiré admirandote.
¡Felices Fiestas !

Ana

Fran dijo...

Sí, Ana, porque la vida no va hacia atrás no me interesa el pasado, sino este mismo momento de ahora juntando letras y tu admiración.

Besos y Felices fiestas, aunque sean fiestas que todos estamos deseando que se acaben.

Anónimo dijo...

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