Tengo pocas cosas válidas que contar o voy a contar las mismas, no me valdrá victimismo alguno, sí en cambio la rabia, la manera de querer ser y no poder serlo. Era dueño implícito de la calle, me tiraba la calle lo que ahora me tira mi cuarto abierto sin minimizar nunca la pantalla de un monitor insistente. He desplegado muchas veces una de las dos cosas: o una agresividad que me abría cualquier puerta, o una dignidad callada y cotidiana como si fuera un escritor escribiendo.
Dejé una sombra de trabajo veinte años que hace que todavía tengo intacto mi nombre donde caras nuevas saben que allí estuve. Terminaba a lo mejor la jornada con la copa nocturna en el último sitio abierto, más o menos decente. Yo no llevaba el símil del mono sudado de los obreros, pero convivía en lugar de con los jefes -siéndolo- con las manos llenas de tóner de quienes eran nada menos que el Servicio Técnico. Le ponía mayúsculas al departamento por las veces que nos sacaban las castañas del fuego. ¿Te vienes, Romero?
Trabajaba con una especie de mezcla entre un optimismo suicida de que aquello iba a durar toda la vida y fui yo en cambio quién dejé de acudir una mañana porque ya no pude terminar los kilómetros que corría en el margen del rio, cada noche, como una manera de quitarme de la piel los residuos antiguos que me iban quedando por estar tanto tiempo despilfarrando una edad insolente frente a la droga dura de cada día en manos de quienes me cambiaban la vida por lo que se parecía a la verdadera vida, la que no podía vivir.
Pero es curioso, cuando me di cuenta que no iba a poder volver a convivir con aquellos magnates que sacaban con despotismo agresivo, mis conocimientos a cambio de dinero, desde entonces lo echo de menos. Es terriblemente curioso. Iba a tener que vivir un presente impersonal e higiénico, pero antes, en la calle, entrando en los lujosos despachos de quienes no querían recibirme primero; abarcaba el mundo entero como un pubis sin fronteras, me llevaba a casa cada noche el rastro de las calles en mis hombros, los recursos más extraños para salir adelante, era un dios sin táctica, obedeciendo pero exigiéndole a la vida, y ahora es la vida la que me resta, la que me deja profundamente corto cada día.
“Ábrete, cuéntame”, ¿para qué? Si no lo vamos a arreglar, aunque sustituya los recuerdos –que no se pueden explicar, es lo que pasa, lo que ya pasó- por lo que primero parecerán una victoria y luego, es simplemente la vida.
Por eso al estar aquí demasiado tiempo, al sentir tanta rabia cada vez que cuento las mismas cosas que no tengo ya que contar, tengo una neurótica necesidad de ser querido. Si fuera sexo, pues, brutal, recental, ignorante y urgente, como descubriéndolo otra vez. Si es la caricia permanente que tiene el verbo, intercambiarlo como si buscáramos algo que ya no llega a tiempo.
Tengo un vicio que he de reconocerlo: a las palabras les busco el borde, se lo escucho constantemente; más atrás cuento las sílabas; le pregunto a una catedrática de Instituto, el tiempo de los verbos; voy haciendo manuales de páginas de dudas y quebrantos; de Umbral recuerdo alguna metáfora del tiempo que erosiona siempre.
Y me pasa lo mismo con cada página que escribo, este oficio no es nunca un consuelo o una distracción. Pretendo que sea, por favor, una compañía vuestra.
15 comentarios:
Ajá de letra grande y título llamativo, a ver que dejas hoy en las historias blogueras cielo.
Este oficio sí puede ser un consuelo, Fran , que sí que sí....
Cuestión de que vayas dejando este reguero de palabras para que otros nos lo vayamos quedando para no perdernos en el bosque.
Te parece poco?
Besos.
“Ábrete, cuéntame”, ¿para qué? Creo dentro de mi filosofía simple e inexperta, que la pregunta que deberías plantearte es ¿Por qué? Quizá sea porque le interesas, o porque quiere descubrir en ti a ese hombre interesante que envicia al que pasa por aquí a leerte, tal vez sea porque quiere aprender de ti todo eso que llevas celosamente oculto, o puede que sea simplemente porque quiere estar contigo siendo participe de tus dolores, sonrisas, lamentos, alegrías, o febriles calentones varios ajajaja…
Luego, para que? Para ser cómplices, para darse caricias mutuas. Eres afortunado Fran, interesas y eso no tiene precio. Todos tenemos momentos bobos en los que cuestionamos hasta la procedencia del viento. Sin embargo, déjate fluir, no te vas a caer, y si eso pasara, no te olvides que del suelo no pasas y una vez allí te levantas o te recogemos los que te apreciamos.
Muchos besos, esta vez directo y sin disimulo en los labios, con sabor al marzo caliente venezolano…
Fran: Siempre allí, con tu
palabra, que nos conmueve,
que te acerca. Siempre allí,
para mostrarnos tu alma, así
a flor de piel.
Y todas esas batallas, que
considero ganadas, porque
ha sobrevivido tu espíritu, tu
deseo de vivir, tu fortaleza.
Qué podemos decirte, entonces?
Que contarás con nuestra
compañía, siempre. Eso, créelo.
BB
Es que, Reyes, bonita, tú que cuentas tantas veces y tan bien tu vida, me tengo que agarrar a esta amplia mesa donde cabe todo para no caerme más veces.
Gracias por quedarte con algo de lo que digo, pues mi hijo, cuando llegue el final, sabe que tiene una orden: formatear el disco entero.
Gracias, de nuevo. Eres un sol y además...esa voz.
Yo un beso, antiguo y lento.
El final?'
Qué final??
Tú tienes fecha para el final?
Supongo que te refieres al final final, el mismo que nos espera a todos....
no me asustes, Fran , que lo bueno de ese final es no saber cuándo será.
...
Uff, mira cuánto me importas .
Me he asustado .
Gracias por lo de mi voz.
Pero no soy un sol para nada, soy una nube de lluvia.
Besos enormes .
Tu respuesta, Lila-Esperanza (lila y bello el color, blanca la esperanza) me ha dejado temblando.
¡Qué hermosa e interesante eres! Lo más bonito de la vida es querer saber lo mejor de otro. La pregunta fue tuya, hermosamente tuya. Sabes demasiado con 32 años, te lo debe dar la belleza, el amor, Venezuela, no lo sé. Me gusta provocar “vicio” –lo has dicho mejor que nadie- y provocar de todo, bien explicado queda.
Y el para qué, aporta una complicidad que necesito porque sino lloraría demasiadas veces solo. Soy un mal animal, me tapo de literario, me vencen las mujeres que valen más que yo. No me tendrás que levantar, no me voy a caer ni a empujones. Y cuidado que me ha dado la vida.
Y tu beso lo noto, lo noto demasiado, dime si es Venezuela o son tus labios calientes. Deben ser las dos cosas.
Te advierto que a mí aún no se me ha olvidado besar. Son besos de hombre hecho, calientes, a punto.
Gracias BB por tu compañía, todas me son válidas, todas las necesito, porque precisamente, tú lo has dicho muy bien, llevo la vida a flor de piel. No me cabe en otro sitio.
No te asustes, Reyes, cada día salgo, camino, disfruto en una Casa de Cultuta y con mis libreras que están muy buenas y me exigen que me ponga un jersey naranja muy guaique tengo.
Me todo dos cervezas y me fijo en las camisetas apretadas de la Primavera.
Pero tengo un amigo, un dolor en mis caderas que me manda un e-mail cada mañana. Pero lo borro sin leerlo.
Tengo ganas de vivir 103 años como Francisco Ayala con la cabeza un poquito amueblada.
Todos nos iremos alguna vez,
pero no hoy, y como dice la
poetisa: "hoy y no mañana,
antes, que amanezca,
y su vuelva mustia
la corola fresca."
Hoy, es suficiente,
hoy, el sol madrugó
sólo para nosotros,
hoy, estamos aquí,
hoy somos tan jóvenes
como queramos serlo...
No, no hablemos de finales,
hablemos de comienzos,
de estrenos,
que aún hay por allí, esperándonos...
Un beso
BB
Sí, BB, mejor que nadie hable de sus finales. Vendrá cuando tenga que venir y basta.
Un beso
O nunca, Fran, si sabemos poner
cerrojos. Nunca...
Besos
BB
Pues consigues el objetivo... Durante unos minutos, tu compañía se hace única y tus historias sinceras llevan como un río que va fluyendo a tu piel y a tus recuerdos.
Un abrazo.
Son sinceras mis historias, Bambú, son mi piel y mis recuerdos. Lo has dicho con mucha precisión y "entendimiento" entre comillas.
Un beso
No solo tù, quieres ser y no poderlo. ahi me apunto en la lista, aunq siga siendo dueña de la calle, sin querer tener ataduras a cubierto. Conviviendo con la gente de la calleo el cafè corta a media mañana con una lagrima de leche, san pasar el cuenta kilometros q nos puede acusar q se presume pero no llega, ahi està, el tiempo trascurrido, sin prisas se puede llegar a buèn fin. Grandes victorias dentro de una vida, sin trato exclusivo aùn sigo pensando q todos somos iguales, solo con distinta mision, pero esclavos de la vida.
Besos maria dolores.
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