Parece estar todo así organizado algunas veces, muchas más de las que pensamos. Y nos cuesta rechazar la duda que uno ha hecho lo correcto hasta que llegara a su destino, que no sólo era el suyo porque manteníamos una vida juntos –lo más importante que hice-. Ella ya tenía un nivel poco común: una licenciatura y hasta a veces con la gente, una alegría por la vida.
En el recuerdo su imagen vuelve a estar en mi retina, hay un pulso incesante junto a una puerta donde tuvo su dominio: la facultad de cerrarla, era una forma exigente de silencio; medio abierta, la anulaba, eso, a medias y cuando parecía que no existía puerta, hasta la veías con el último vestido –cambiado dos o tres veces en la tienda- y el largo pasillo de la casa notaba con seguridad el sonido de los tacones que llevaba.
Callo cada año, intencionadamente, en mi interior y mi vida compartida, lo callamos todos, pero siempre hubo en la hoja de papel en blanco mía, su recuerdo, su manera de no poder decirnos ahora vuelvo, la grieta de quedarse esperándonos. Eso tiene cuando duelen los recuerdos, por eso mi empeño de dejar los propios como a medias (no se entienden del todo) sin importancia ajena, porque mi empeño es escaso y mi trayectoria no tiene más triunfos que la cercanía que tuvieron los ajenos.
Afirmo rotundamente que todas las desgracias llegan a traición, nunca cuando las esperas, como de madrugada o en los momentos en que uno se encuentra más indefenso, menos preparado para hacerles frente o hasta lejos de la realidad que se ha quedado atrás, mil ochocientos kilómetros más lejos. Pero tuve fuerzas, no sé de dónde, para, cuando nadie lo esperaba, mirar a unos ojos de mujer fijamente y decir, ya no está, ya no la tenemos.
No me iba a mí poder decir de nuevo que lo estaba leyendo casi todo, ni sentir muy cerca esa puerta que era sólo de ella al ver si estaba o no abierta, ni tenía que preguntarme por ese mundo suyo, ajeno para saber cómo estaba cada vez.
Pido perdón, pero exactamente cada año estas letras son suyas, son para ella. Exactamente cada año ni he cruzada palabra con nadie, sé que debo evitarlo con quién más debiera de hacerlo y lo evito. Quizá un roce especial en las manos o en los labios al empezar la mañana, sin darle demasiada importancia, pero lo suficientemente expresivo como si hubiéramos cruzado las típicas palabras.
Hoy debo haber escrito tan complicado que pocos me habrán entendido. Me da lo mismo, lo que sí que puedo decir es que he escrito lo que quise decir. Es curioso, con esta manía mía de mezclar siempre los libros, terminaba de leer esta mañana “Los últimos días de Michi Panero” de Miguel Barrero. Quizá –como se dice- que Jaime Chavarri no sabía mientras rodaba “El desencanto”, que era cierto eso: “Todas las familias felices se parecen unas a otras; cada familia desdichada lo es a su manera”. Por eso el libro y el personaje narrador de Ricardo Estrada es una especie de exposición a corazón abierto.
Así otra vez, como todos los años, escribo más bien a tumba abierta, no lo puedo evitar, repetir esa idea que el pasado mata, ahoga, aísla, ciega. Es como un poema decadente y poderoso, pero cada año termino con la misma insistencia: a lo mejor hiciste bien en irte, tienes una tranquilidad concreta. La mía está más lejos, la arreglo de momento con olor a libros, a humo viejo, al día que he dejado.
21 comentarios:
Fran querido, darte mi apoyo, unirme a tus palabras celebrando esa cosa rara de estar vivos, y, algún día, sabe dios cuándo, ir a morir, y sin embargo, desde el recuerdo de la ausencia siempre presente, llevar dentro de uno su alta soledad delgada.
Inmenso abrazo,
María
Tú no podías faltar; tú lees palabras similares cada año; tú estás con mi ausencia.
Tú tienes también mi inmenso abrazo
Tienes mi abrazo Fran siempre...
En estos casos las palabras sobran.
Estoy para cuando quieras ese abrazo.
Se lo q lamentas su ausencia,la puerta siempre abierta a la añoranza tropezando con q jamàs hay una respuesta q te convenza, pero tambien jamàs pasarà a tu olvido.
Ahi sigue tu brecha.
Besos maria dolores.
Yo, más que nadie, sabe lo que
sufres y esa pena se vuelve
entonces mía, sin palabras,
sólo lágrimas que se quedan
apresadas en la garganta
para no sollozar...
Si pudiera abrazarte,
Baby
Es suficiente, Esperanza. De ti no necesito nada más porque lo tengo todo.
Tu abrazo siempre
Nada puede convencer, María Dolores, porque es contra natura. Los padres no deben jamás enterrar a los hijos.
Besos
Cada uno tiene su dolor, Baby y ninguno es comparable. Gracias por tu abrazo que te devuelvo.
Te entiendo y no te entiendo y mientras te leo dejo de entenderte metido en tus intentos del pasado cuando lo que mas vale es el "Now" de este momento,
Besos van volados hasta vos
Y te dejo un recuerdo desde éste.Mi otro blog.
Gracias, Mucha, por tu recuerdo.
Llevas razón, Recomenzar, y muchas veces así lo digo, la vida es hoy, pero en ocasiones el pasado está ahí, y llama con el poder del recuerdo.
Recojo tus besos
cada quien lucha con sus demonios, recuerdos o tiempos como puede, lo haces bien... animo...
Sí, son recuerdos duros y difíciles.
Gracias
estoy contigo...
un abrazo!
Gracias, Allek, por tu abrazo que te devuelvo.
Tu palabra, siempre tu palabra,
conmovedora, tan triste hoy, tan
devastadoramente tierna, íntima,
tu bella palabra Fran, tocando tan
hondo, tan profundo, allá donde
están todas las lágrimas, reprimidas, sin poder salir, sin
poder aliviar...
BB
La palabra en momentos difíciles siempre sirven a los demás, pero el valor que tiene el silencio es enorme.
Grcias
Sí, ese es el sonido del silencio...
BB
MIra Fran hoy he leído en un blog que el silencio es perfecto, que todo lo demás es una mala traducción.
Yo , que no me callo nunca , que estos días me voy a probar otro vestido, porque quiero ser otra persona , te digo que tus recuerdos son tuyos y que hay ciertas cosas en las que nadie te puede ayudar con palabras, y mira que las palabras pueden ser paños calientes.
Así que sólo te mando mi mejor abrazo, que no huele a humo viejo , sino a rosas frescas ,y todo mi (pobre) ánimo para llevar con serenidad esas cosas que jamás debieron pasar .
Besitos.
Sí, es cierto, Reyes, los recuerdos son de cada uno, pero yo no lo puedo evitar en este caso y no soporto la hoja blanca mía, delante de mis ojos, ese determinado día, hace 5 años.
Por eso junto al silencio que valoro tanto como tú, te agradezco muy sinceramente ese abrazo tuyo con olor a rosas frescas y ese ánimo.
Viene, así, de una persona de quién públicamente, he mostrado mi admiración y mi cariño.
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