Lo dijo antes de marcharse definitivamente el poeta Panero:
“Todo hombre tiene la estatura del desastre”. Pero habría que añadir de
inmediato para su justa medida, la
capacidad de su resistencia.
Eché mano de ella en muchos momentos porque he sabido en
muchas ocasiones que aporta una riqueza que compensa, que remedia el desastre
inesperado.
Amigo casi de la amenaza de la ruina fui dejando pasar cada
día con la dosis medida de angustia, pero era consciente una vez más que podría
volver a esa especie de capricho que me ha ido formando el amor a la vida. Me
mantuve aferrado a la vieja rutina del libro abierto para llegar de nuevo a estos momentos en que
yo mismo me asombro, con pausas más largas, con silencios de espera que me
llevaban a lo que los demás llamaban “pruebas”, capacidades de respuesta, y en
cambio para mí se trataba de esa resistencia propia que he nombrado antes para
mermar la estatura del desastre.
Ya voy notando la llegada de pausas reconfortantes, viviendo
de nuevo lo que para mí puede ser riquezas habituales. He caminado de nuevo en
mi viejo y confortable coche para recorrer caminos breves, despacio, la mirada
en el paisaje abierto de nuevo a lo más parecido a la felicidad. Se trata
simplemente de comodidades simples y cómodas: vuelvo a desayunar de nuevo
robando la alegría que tiene la mañana muy de mañana; a saber lo que está
pasando en el mundo entre 9 pulgadas; a irme de compras luego sin saber tan
siquiera cual sería mi compra.
Poco a poco, partido a partido de la vida, pero reduciendo así
a cada paso la estatura que tuvo el desastre. Tuve además la compañía necesaria
para poder calificarla como el más imprescindible medio de resistencia que
llevo teniendo toda mi vida y hasta también el infrecuente gesto de una mujer
doctora que mientras su sabiduría le llevaba por los caminos necesarios hasta
localizar mi ruina y poder remediarla, mientras tanto, vencía mi gesto de
posible temor y derrota, con sus manos –desconocidas hasta entonces-con una
dosis de ternura que fue capaz de llevarla hasta la mejor curación posible:
devolver la sonrisa y la confianza.
Pues ya estoy aquí de nuevo, aferrado a todas y cada una de
las palabras que me dieron el tono más humano, más resistente que fui capaz de
conservar como respuesta a la estatura del desastre del momento.
6 comentarios:
Buenas Fran, no sabes la alegría que me das al saber por tu escrito -sincero- que la sonrisa a vuelto a tus labios,que gozas de las cosas bellas que te rodean y que te encuentras totalmente renovado .
Vivir con intensidad el presente ,cuenta mucho en las recuperaciones de nuestro estado de ánimo .Si vivimos como respiramos, tomando y soltando, no podremos equivocarnos.
Un afectuoso saludo
Ana
Gracias a ti, Ana, a veces de las pausas obligadas cuesta recuperarse.
Un abrazo
Cada mañana la vida comienza, inicia el movimiento continuo de nacer... crecer, transformarse, y multiplicarse.
Fran ,multiplica tus alergrías,los que te apreciamos necesitamos de tus palabras.
Siempre tu fiel amiga.
Ana
Llevas razón, Ana. Cada mañada trae decepciones, ruinas y esfuerzos necesarios, pero a veces una simple taza de café, o unas palabras como las tuyas te avisan para que sigas. Lo haré muy en breve, aunque sólo fuera por tu causa.
Un abrazo
Quien no se siente peregrino de la vida? asi q nos toca caminar, para reconfortar el animo y no despreciar un amanecer, q aunq haga calor, es bello.
Besos maria dolores.
Eso hago, María Dolores, con dificultad y esfuerzo, intentando sacarle a cada mañana lo mejor.
Un beso
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