Entrecomillo este título porque son palabras ajenas de una
buena amiga aplicadas a mí. Determinadas causas detuvieron mis actividades y no
bastó la pausa de las mismas para volver a hacer lo que hacía. Parece fácil y
que va a ser de inmediato, pero no es así. Es necesario echar mano de viejos
mecanismos de defensa hasta para mantener la mirada cuando te miran, si lo días
se te hacen más lentos es que se alarga un poco el tiempo que nos queda como
una especie de derecho que tiene la vejez. Uno casi no escribe como habiéndose
quedado sin el recurso de las primeras palabras. Pero se trataba de poder
llegar otra vez al mismo sitio. No sé de su calidad, pero era lugar propio y
compartido. Es un mecanismo de defensa.
Tienen el mismo lugar que tenían, el mundo de los afectos,
andadura diaria y válida. Y de las entrañables rutinas: busco de nuevo el
bienestar del café cuando creo que no se lo ha tomado nadie todavía, ese café
espeso, poderoso para poder tener siempre un libro abierto, poder estar
leyendo. Pues si eso ha sido soporte de una vida, dedicación, profesión
utilizada para acumular placer, ni puedo ni debo dejar al margen el pequeño
colectivo acostumbrado a lo que yo llamo mis sugerencias.
Ha sido un camino válido y público desde hace años como
besos entregados a la vez a ese personal anónimo de la red. Allí todo está a la
vista, lo toma quien le place, lo hace suyo cuando era mío antes de colgarlo.
En cada manera de comentar un libro he puesto siempre como la calidez de una
caricia por el placer que tuve leyéndolo, seguro en evitar el posible fracaso
de mis propias palabras al lado de las de los escritores.
Me defiendo como puedo, empeñándome. Fui corredor de fondo y
entonces corría para aguantar lo que no se aguanta, igual que cuenta esta
mañana en un periódico, Leila Guerriero. Como antes me acerco con placer para
cumplir el rito de la próxima elección al montón de libros que me están esperando para cumplir el rito
inevitable de mi vida, no es mecanismo de defensa su lectura, es plena defensa.
Pensé, como una manera más de defenderme igual que he hecho
otras veces: fingir que nada haya pasado, hacer cosas que venía haciendo antes
aunque sólo planteármelas me produzcan una tremenda pereza. Pero si no en ese
momento, luego, lo haces, y te atreves a decirte a ti mismo, pues no era tan
difícil, estaba bien, no habían caducado porque las caducidades suele ponerlas
uno mismo como la etiqueta que casi no se entiende de los medicamentos.
Voy a hacer pues lo mismo. No, no se trata de un periódico
del día anterior. Cada mañana, muy de mañana, me trae un moderno mecanismo,
digitalmente las noticias de lo que aún
no ha terminado casi de pasar, así me cuesta menos esfuerzo que cuando luego,
al mediodía el periódico impreso, loa deja más seguras aunque se hagan viejas
en pocos momentos. Empiezo pues, desparramado de noticias.
Cumplo de nuevo mis pasos obligatorios, de “agente de bolsa
propia”, como me definió un día un fisio. Me cuesta esfuerzo –es otra forma de
defensa- cada paso que doy, corto y temeroso para ir llenando mi bolsa de un
par de periódicos, añadido a la debilidad de comprar ese libro que tendrá que
esperar su tiempo de lectura pero amparado por mi satisfacción ya de tenerlo.
Recorro los turnos de mi entorno, me esfuerzo por ser el último y que no se cuele esa señora silenciosa que
llega tan fácilmente al mostrador y nunca guarda. Compro motivos de capricho
para poder cenar sin que me hagan la cena. Y vuelvo para casa, lo que
constituye mi más feliz disponibilidad prolongada.
Defenderse es estar dispuesto a que no acabe nunca nada,
nada de lo que teníamos, nada de lo que hacíamos. Defenderse es volverlo a
empezar cada día como si se me hubiera olvidado lo que he aprendido tantas
veces y no quiero que se desplome de las manos. Sé que a estas alturas de la
vida no puedo ir de ganador, pero tampoco seré perdedor. Me ejercité ya tantas
veces en reconstruirme que es como un tratado propio que me halaga que alguien
lo aprecie.
Voy a ir teniendo a medida que vayan viniendo,
insuficiencias admitidas. Son ya una inevitable historia. Pero al menos hasta
el penúltimo límite me pondré en pie de nuevo. Dejaré que lo pasado inmediato
que fue malo, sea eso, pasado, y buscaré mi mejor rito de iniciación y de
innovación como una imagen de la vida que me fuera a dar su mejor reflejo.
Sí, ya he convertido mis defensas en una manera de desafiar
las reglas del cansancio. Engaño así a la vejez, la llamo de otra manera para
no tener que encontrármela. El dolor tiene un lenguaje prioritario que es duro
de entender.. En cambio volver a hacer lo mismo, o casi lo mismo que venía
haciendo es una manera de darme cuenta que no pienso irme de ningún sitio para
mantener el orgullo de mi propia maquinaria vieja.
5 comentarios:
....Dejaré que lo pasado inmediato que fue malo, sea eso, pasado, y buscaré mi mejor rito de iniciación y de innovación como una imagen de la vida que me fuera a dar su mejor reflejo.
Apreciado Fran,Siempre voy buscando el mensaje oculto de las letras, porque aunque no se entienda(muchas veces esa conjugación de letras) creo que las letras tienen leguaje propio, alma propia y cuando se expresan, dejan ver el alma como las siluetas en el agua,la luna y las estrellas, intuyo su sentido, siento como si viajara con ellas no importa a donde nos lleva ese precioso lenguaje .tú lo perfeccionas y es grato placer leerte.
Un abrazo Ana
Hoy me ciño de tristeza oculta pero razonable .Estoy romántica y comparto este bello vídeo musical
http://www.youtube.com/watch?v=_cCearfACVQ
Saludos
Ana
Tanto tiempo alejada de tu palabra que había, casi, olvidado lo hermosa que es.
Aprovecho para mandarte ese abrazo que se quedó sin darlo.
BB
Pasado y presente malo, ana. Qué más quisiera que buscar al menos, si no la perfección, sí al menos el mejor tono.
Un abrazo
Siempre tendrás, BB, mi mejor palabra y más tierno recuerdo.
Un abrazo
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