Ya ha pasado el ruido de estos días, el ruido que muchas
veces tiene la vida y que detrás, en cuanto te das cuenta, sólo queda eso,
quizá lo que menos te satisface. Ha transcurrido y para hacer más real y
llevadera mi actitud de espera, he procurado ir leyendo más despacio. He
palpado más el idioma, la voz, la sintaxis que como decía Valery es una
facultad del alma, del alma que ha ido enriqueciendo antes, la palabra, el
adjetivo suelto, la metáfora que anda siempre uno buscando.
Pero he llegado a la conclusión de que intento demasiadas
cosas, voy a tener que poner en fila todos mis anhelos para ver qué puedo hacer
más pausadamente como cuando se hace el amor con cada poro, cada pliegue, para
terminar en una ceremonia larga y pausadamente practicada y que permite no
olvidar ni el olor ni el tacto, hasta los mismo gestos. Tengo que elegir, como
si tuviera frente a mí ese dilema que siempre me planteó el tiempo y elegí sin
dudarlo: la mañana a la madrugada.
Es curioso, mi intento de velocidad de ocupación supone una
merma importante en mi tranquilidad. No es que busque al final de mis actos de
cultura y de ocio o de enseñanza ajena la maestría del aplauso. A mí ya no me
aplaude nadie hace ya mucho tiempo, quizá tanto que llego a preguntarme si es
que mis actos merecieron alguna vez beneplácito ajeno. Cuando hago cualquier
cosa, callo, o me lo digo a mí mismo para dentro, no pregono, ni busco la
mirada ajena satisfactoria y plena. No soy hombre de éxitos porque no me gusta
el éxito ya que pienso que nunca fui capaz de obtenerlo ni tuve casi
intención de conseguirlo. De verdad.
Y en este tramo final tan corto, tan escaso, en que cuentas
muchos días lo que dura el día, yo lo lleno intentando cubrir las carencias
físicas, añadidas a la edad, por una hornada de pan recién hecho, muy pronto, por
la mañana; lo entiendo necesariamente como un aviso para no entretenerme, para
no dejar escapar ni que se haga mustio o mal utilizado un solo minuto si es
posible. Hay que llenar las horas hasta que estén bien llenas. Si leo quiero
leer el mejor libro, si escribo de él aspiro a saber luego poder contar a los
demás la razón del placer que sentí leyéndolo; si la escritura es propia e
íntima, que no tiene más cabida que el hueco noble de cada sentimiento donde
contamos lo mejor o lo más tierno o lo que más nos ha estremecido, que eso
tenga además la metáfora suelta en que se sepa nombrando lo propio poner al
lado la comparación de lo ajeno.
Me mantengo vivo, activo e imbatible. Pero esa vida que
enriquezco a diario como puedo me aprieta muchas veces por los lados, tampoco
es eso. Debo buscar los resquicios de tranquilidad que dejan las pausas
voluntarias, por lo tanto habrá que crearlas, dar lugar a la posibilidad de
vivir la vida sin sentir los propios límites porque los hemos asumido, los
damos por supuesto. A cambio, para combatirlos deben bastarme tres o cuatro
cosas: lo reitero a diario, una literatura basada en el gobierno del adjetivo
como un hambre insaciable de palabras que llevan detrás las mejores actitudes
porque pertenezco antes al lirismo que a la propia literatura.
Y cada una de las demás actividades tomarlas como una
convocatoria sin exigencias, sin que haga falta un resultado perseguido. Nunca
vendrá ya el fracaso porque no hay puntuaciones que obtener; a la desgana del
cansancio sólo cabe rendirle el descanso como un roce en la piel que me alivie
la desgana de mis caderas con demasiada historia, antigua y deteriorante. Deben
mandar ellas, o cuando sea el cerebro, ese país grande y poderoso quien diga
bastante, no habrá pasado nada peor de lo que ha pasado otras veces. Es que
está cansado, ya no puede crecer más hacia arriba, sino que va para abajo y las
pausas que pide son como una advertencia, un testimonio que no puede uno
disimular.
Era mucho mejor antes, dónde vas a parar. Entonces me
agobiaba la ilusión por hacer algo importante para mí mismo, mí peor castigo o
mi mejor sostén. Ahora es como si me estuviera inventado otra segunda vida que
ya no tuviera plazo pero que la quiero extender tanto, enriquecerla más de lo
que suele hacer la gente ahora, que me impide llegar, no a terminar las cosas,
sino a seguir un cumplimiento que yo mismo me he fijado.
No, no puedo llegar ya a todo, y necesito ocupar el lugar
del descanso como lo hacía antes, libre, sin pensar en el día siguiente, sin
miedo, con seguridad, esa vieja seguridad que te da los años que aún no tenía,
poderosa, enérgica y hasta importante en las ocasiones en que fue equivocada.
No voy a llevar la cuenta. Desde el comienzo del día voy a
hacer lo que pueda. Voy a encontrar en mi propia calma una elegancia sensual y
arrogante si es que fuera necesario. Las tres o cuatro cosas que habré hecho,
los tres o cuatro libros van a ser los mejores para mí porque los he elegido
yo. Y voy a escribir -será suficiente- para
escucharme, para contarme, para decirme.
11 comentarios:
Fran, tus palabras hermosas, que siempre me conmueven, hoy las encuentro nostálgicas, algo tristes.
No te sientes poseedor de grandes méritos, no te crees merecedor de aplausos o de haberlos recibido o deseado.
Y yo pienso que sí los mereces, que también los has recibido en su momento. Pero al venir el repliegue, al estar a solas con lo que te ha dejado la vida, te asaltan las dudas.
Pero yo sigo viendo en ti a ese mismo hombre que conocí hace unos años, sensual, sabedor del sentir de cada mujer, ese que sabe decir la palabra dulce, apasionada o atrevida, que es la única que ella entiende o precisa: tu palabra, mi querido Fran.
Y paso a paso, sin prisas, midiendo cada frase, saboreándola, como dices, sin adelantar el climax o el desenlace, lograrás lo que buscas.
Y no tendrás que escribir solo para leerte a ti mismo, ni para contarte tus propias historias.
Aquí estaré yo y muchas más a la espera de todo cuanto tengas que decir, siempre hermoso, siempre importante.
Un beso, Fran.
BB
Se nota, BB, América, buena amiga, que me conoces bien porque llevas leyéndome mucho tiempo. Quizá la posible melancolía de mis palabras se vaya enseguida con comentarios como el tuyo, excelente. La vida va dejándome cada vez menos, pero lo que fue más propio lo conservo, no lo dudes: mi admiración por la mujer siempre estuvo y estará en mis historias del día. Y me seguiré atreviendo al escribir como autorizándome a atravesar las fronteras más sensibles, porque escribir no deja de ser atreverse a decir lo que no le dices a nadie.
Sigue ahí. Un beso para ti.
Más allá de la oreja existe un sonido, la extremidad de la mirada, un aspecto; las puntas de los dedos, un objeto: es allí a donde voy. "No puedo llegar a todo"
La punta del lápiz , el trazo. Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la espalda, magia: es allí a donde voy. En la punta del pie el salto. Parece historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy. ¿ O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas.
¿Realidad?
Te espero.
Es allí a donde voy. En la punta de la palabra está la palaba.
Quiero usar la palabra "tertulia", y no sé dónde ni cuándo. Al lado de la tertulia está la familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es hacia mí a dónde voy. Y de mí salgo para ver.
¿Ver qué?
Ver lo que existe.
Como siempre Fran,es un placerleerte y ver que no puedes llegar.....pero tu palabra siempre llega a los que te visitamos .
Abrazos.
Ana
Antes que nada, gracias, Ana, por tu generosa respuesta.
Sí, coincidimos, al final de la palabra está la misma palabra, sus propio sustento y todo su alrededor; como al final de mis post estoy yo más que nunca y la gente que tiene la generosidad de comentarlos. Placer es para mi notarte junto a mi lenguaje.
Un beso
No es q te haya olvidado, el el tiempo q se olvida de darme esos minutos, o ese rato de ocio, ese disfrutar de tus letras,pero llego el momento, y pienso serà q la melancolia me atrapa, q el querer solucionar X cosas son imposible. q nunca de ja una de cometer errores. la verdad q no sabria decirte, pero si hay una cosa constante, el amor, la pasiòn, por seguir nuestro camino, con cayado o sin el, pero para q medir lo q dejamos atras, si ya nuestros pasos son cada vez màs lentos y reposados,¿se disfruta? me creo q sì, porq son etapas de amor comprendido por nuestro cuerpo. Disfrutastes y disfruta, q tus palabras son el tonico fortalecedor de aquellas, (como yo) q vamos a la deriba, sin terminar de asentar nuestra realidad, queremos màs y màs y los dias se acortan.
Yo al menos te espero, con todo mi amor.
Besos maria dolores.
Claro que disfrutamos, Maria Dolores, con las palabras que aquí dejamos y las que recibimos. Sé feliz con ellas como yo con las tuyas.
Un beso
A mi, querido Fran, lectora de la sensibilidad, de los renglones torcidos, de las palabras con erratas, este monólogo interno tuyo me ha parecido toda una lección de saber estar y del saber vivir según nuetras neuronas nos van demandando. Creo que la vida es precisamente esto, no derrocharla sino el saber disfrutarla en dosis pequeñas.
Un beso.
Bolboreta
El hombre sigue buscando el entrelazamiento entre el cuerpo, la mente, la realidad ... y la vida que va pasando.
Dice Alex Comfort "Cuando logremos ver a una persona mayor, no fundamentalmente como un anciano y subsidiariamente como persona, sino como una persona que además de serlo es mayor, y que sigue siendo lo que siempre fue, con un activo de experiencia acumulada y un pasivo en el que figuren las inevitables mutaciones físicas debidas a la acción del tiempo, significara que estamos orientados por la senda correcta"
Estas en lo mejor de tu vida fran. Ese maduro pensamiento que transmites, dan seguridad de que existes,que vives el momento con intensidad firme ,atrapada en ese bello ideal de comunicar a los demás el virus de la lectura.
Te aprecio Fran y no puedes irte despidiendo,como lámpara que se apaga por falta de aceite.
¡Te necesitamos!
Abrazos.
Ana
No llego, Bolboreta, es la verdad. Y mi saber estar estar que tanto celebras es fruto de la generosidad con que me lees. Tengo que hacer pausas mas largas como ves. Pero me viene de maravilla tu presencia, tu mano que noto.
Un beso
Me emociona, Ana, tu comentario. Deben ser ciertas las palabras que citas da Alex Comfort, tranquiliza mi madurez por llamarla así.
Mi luz se apaga, es preciso, pero si algo la mantiene es que haya seres como tú.
Un beso
No llego, Bolboreta, es la verdad. Y mi saber estar estar que tanto celebras es fruto de la generosidad con que me lees. Tengo que hacer pausas mas largas como ves. Pero me viene de maravilla tu presencia, tu mano que noto.
Un beso
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