viernes, 14 de octubre de 2011

ME APOYO EN LO QUE DICEN, EN LO QUE ME DICEN



Como si me dijeran: puedes, aquí tienes esa ayuda difícil de encontrar pero que cada uno debe de tener cerca. Tengo puntos de sujeción propios, naturalmente, hasta me llegaron a convencer hace bien poco, no cruzas el umbral de la vejez cuando te parece, cuando tu cuerpo te niega alguna determinada postura o una forma de vida. Siempre entonces –me explicaban- hay que recurrir a la propia lucidez que aún te queda en la mente. Si eres capaz de hacerlo, si además consigues las tres o cuatro cosas más valiosas y solemnes, estás aún lejos de esa vejez que uno se empeña en tener a veces.

Y por otro conducto, ya que intento aprenderme lo que dicen y lo que me dicen, me advirtieron tajante y cariñosamente con palabras envueltas en la sabiduría de Marcel Johandeau, con 90 años: "Envejecer, si sabemos, no es en absoluto lo que creemos. No es en absoluto disminuir, sino crecer." Pues ando muy dispuesto todavía a practicar un crecimiento análogo al rato que camino cada día, que abandono el café primoroso que soy capaz de hacerme como un homenaje a tener a mi disposición un nuevo día; a la palabra rica y quieta que escribieron quienes supieron hacerlo mucho antes a veces. (Es un ejemplo que me devolviera juventud una novela costumbrista, que acabo de leer, “Un matrimonio de provincias””, escrita en 1885 por María Antonia Torriani, y me lo avisó para acentuar el contraste, incitándome a leerla, los cuarenta y tantos años actuales de Cristina Grande, prologándola.
Abandonaré también para crearme nuevamente un recorrido físico y reconfortante, la “manera de ser” a la que me he apuntado para siempre que en su día creó Steve Jobs como si le pidiera a esta nueva informática otra juventud que hiciera sitio en mi vida. No me voy a cansar de nada, voy hasta admitir que para recordar el último libro que termino de leer tenga que aprenderme su autor y su título para contárselo luego a la gente.

No estará contraindicado –lo he encontrado en los más oscuros manuales del Google- el derecho a mi excesivo descanso a veces –teléfonos desconectados para que esa manera de dormir la siesta se parezca a veces a la mejor forma de hacerlo: notando la extrañeza de cuerpos enlazados. Ni tampoco la luminosidad que proporciona una quieta ilusión, un viaje comprado en cualquier página “last minute.com”. Para saber de nuevo aquellos recorridos prolongados durante toda la jornada, por Londres -entonces durante todo un mes-como haciendo en propio beneficio de los míos, una especie de auto guía mp3.

Voy a ver si consigo, para creerme de una vez todo eso de no llegar a la vejez, dar lo mejor mío a quienes supieron pedirlo o cuando lo tuvieron conservarlo. No me gustan las pequeñas dosis para quedarse al final con lo que de verdad quieren. Quizá el mejor proyecto sea seguir en las mejores estaciones breves que me queden, sentirme entre la gente que quiero como si agradecerle su cariño y darle el mío no fuera más que sentarse a su lado, saberlo o saberla ahí, apenas eso. Justificar que sea cierto lo que hace también pocos días me escribieron: “lo que tú nos puedes dar, lo que tú nos das y como lo das, no nos lo podrá dar nunca nadie".

Pues vamos a ver cómo organizo esta especie de intercambio para apoyarme a la vez, como afirmo, en todo lo que me dicen. Se impone una necesaria lentitud, como un paso cambiado en la espera, una especie de ensayo, cada pausa, cada olor, cada ejercicio que siempre impone el amor quieras a quien quieras. Siempre fui territorio frágil pero generoso, receptivo del momento por si no se daba de nuevo. Mi información, por mucho que parezca lo contrario, es insuficiente, mis libros no son todos los libros y aunque la literatura no tiene jubilación sí que la puedes alimentar a diario.

De los libros, si no lo sé, lo voy sabiendo, ahora me hace falta más que nunca, donaciones ajenas para mi propio apoyo, para mi manera de entender la edad y de robarle todavía a la vida el lugar más importante que haya en el mundo. Ese sitio va a ser todavía mío, dispuesto a compartirlo como cada mañana que termina de empezar. Mientras, seguiré esperando con esa extraña mansa magia que tienen las palabras si las amas, en busca de territorios escondidos. Quiero sentirlas, ofrecerlas como mis manos, para que hagan lo mejor, todo lo posible, hasta cuando parezca que estén quietas.


         

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Q es salir por la mañana?... llueva o truene, son buenos dias. y pensandolo bièn, lo son, porq podemos comparar con el pasado,y si tomamos el cafè, para q lo hacemos? yo pienso q buscando un rato de compañia o comparando a la q se siente frente o en la barra, q desayuna, yo la verdad del cafè no paso. cuando pongo un pie en tierra derechita a desayunar, te, tostadas con aceite de oliva" virgen" ya esa palabra solo entra en el vocabulario de los menùs, porq habria q echar buena soga para alcanzarla.... no lo critico, es una forma de entender la vida.. sino q se lo pregunten a las jovenes... Los libros, Fram, dejemoslo en su lugar, a veces solo con quitarles el polvo se ponen contentos, eso me recuerda a.....q tiempos aquellos, q feliz eramos con solo insinuarlo. se perdio la picarezca, ya todo lo dan por hecho. no podemos volver atras, si siquiera pasar pagina, porq el tiempo se acelera y soñemos con el viaje proximo o los lugares disfrutados, nunca de pasada, si con un tiempo bien medido, cuando volvi del ultimo viaje me dije. mucho 5 meses fuera de casa, pero ahora ya no puedo dejar de pensar , al menos 5 meses.Serà q cuesta ya el recorrer, los caminos, ver las galerias y museos, me parece q si, la vista apenas alcanza y los pies... ni q contar.Ahora me estoy preguntando, pero q penitencia tiene Fram de leerme,
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Por lo cuentas, María Dolores, coincidimos en varias cosas: tampoco soy nadie sin desayunar, sin el café más verdadero que pueda conseguir, sin la virginidad o no del aceite de oliva. Mi pan, es un pan francés con queso que es una maravilla.

Y empezar la mañana, es eso, al menos empezarla.

No te vayas otra vez cinco meses, déjame la penitencia de quien pone palabra a mi palabra cuando ando rodeado de silencios.

Anónimo dijo...

Mira Fram, la verdad q de momento estoy anclada, hasta finales del proximo año, no puedo salir de viaje de tan largo recorrido, q màs quisiera yo, ahora los habituales, ir a ver a los hijos, de pasada,y en marzo ir al camino de santiago, no son las fechas q màs me gustàn, pero espero visita para finales de abril y no puedo cerrar la casa, seria, algo insolito dejar q mis amigos de argentina no puedan estar unos dias aca.Aunq yo con viajo siempre haya donde vaya, me hospedo por mi cuenta, es parte de mi libertad.
Ya nos iremos cumunicando. de momento en casa.

Besos maria dolores.

BB dijo...

Entonces, te apoyarás en mi palabra en la que siempre encontrarás mi voz de afecto, de ese cariño que se va volviendo, con los años, casi necesario. Sé que si te busco, allí estarás, acaso esperando o tal vez distraido en otras cosas, pero presente, si te llamara.
Me gusta tu palabra, tu forma de hablarnos del amor, de la distancia o de la indiferencia. Es tu bella palabra la que nos llega, nos acaricia, nos toca.
Sería hermoso compartir una tacita de café, mientras se ve pasar el mundo, se ve pasar la vida, mientras tratamos de aprisionarla, así, en una pequeñísima taza, una tarde cualquiera.
Un abrazo, Fran
BB

Anónimo dijo...

Pues voy necesitando ya hace tiempo ese apoyo, Baby. Y sigo con la palabra escrita porque con ella cuento de alguna manera lo que no le digo a nadie. Porque coincido que es tacto, una forma de acercarse.

Las tuyas son tan hermosas, tan cómodas, que casi hacen realidad esa taza de café que nos tomaríamos viendo pasar el mundo, todo el mundo, una tarde cualquiera.

Un beso
Fran