A veces puede ser hacer cualquier cosa para sentirse necesariamente mejor. El título es explosivo,
las capacidades destruidas, y la única reacción posible es
precisamente eso, pensar que somoscapaces de darle a nuestras conductas en la
vida, subrayada, grandiosa, maneras que no era posible dejarnos
insatisfechos.
¿Dónde tenemos ahora los suficientes recursos para quedar dignamente
en cualquier tarea en la que estemos metidos? Ando demasiado quieto porque me
cuesta cada vez más dar los pasos, pero debo darlos, es camino de
mantenimiento, de conservación, hasta de admiración ajena. Voy eliminando
menesteres propios, zonas de cultura, que debe uno –al contrario- ampliarlas
cada día. Me doy cuenta, pero no lo hago.
Necesitaría que me lo gritara alguien, que me recordara
zonas de satisfacción, momentos inolvidables y lo costoso que resultara ahora
volver a repetirlos, pero si es posible, hay que hacerlo como ese polvo furioso
y memorable de una novela de guerra de Almudena Grandes, a quien le he robado
el calificativo. Pero es justo lo que necesitaba contar ahora para entrar
claramente en zona de reclamación desde dentro y hacia los demás.
Recuerdo, releyendo el beso del libro, que las bocas
necesitan acoplarse, sin otro sentido ni otro destino. Ese es el secreto,
dedicarse a ello todo el tiempo posible, ver si podemos arrancarle al día
alguna hora extra que tenga un número superior a 24. (En mi caso, ojos bien
abiertos –lo contrario que en el beso- brazos arañando porque necesito siempre
agarrarme a algún sitio: o la intencionada sujeción de la cabina de ducha
cuando dejo el cuerpo limpio: o ese pequeño escalón que tienen las aceras, que
no necesita mirar casi nadie y yo los veo siempre; el marco de la puerta,
conocida y propia, de la casa de casi toda la vida, llevando siempre –eso sí- las manos
libres y con todas las luces encendidas.)
Parece contradictorio pero no lo es. Igual que tengo que
agarrarme a la dificultad conocida del tiempo que me queda, a cualquier punto
de apoyo necesiito igualmente mi intención de no perder intensidad, son muy válidos los ejemplos
del polvo y el beso, cualquier sensación que me traiga la calidad de un
recuerdo que le puse la etiqueta de presente para siempre. Son imprescindible,
para el tipo de vida organizada que tengo, los amores imprudentes que me
producen los libros, pero a la vez es necesario acostumbrarte con lo que me va
quedando.
Necesito y necesitaré siempre –por eso tantas veces he
pregonado el afecto a la gente, y acabo recientemente de hacerlo- como un
círculo de abrazos para medirme con la gente. No hace falta mucha precisión,
sino confianza, atrevimiento, la insistencia de estar muchos años ya sobreviviendo.
Y para hacerlo en buenas condiciones, para que cualquier
cosa a estas alturas pueda parecer memorable has que sacarle partido a las
cosas cordiales. Esforzarse –lo tengo decidido- más que para hacer mejor cada
paso en la calle, saciarme, encadenarme cada vez más en todo aquello que me
produce placer interno. Luego, quizá, tendré la audacia de contarlo, pero lo
que es necesario es hacer las menos preguntas posibles, responder siempre que
estás bien aunque no estés nada bien, la vieja y mágica ley, evitar uno mismo
las preguntas porque suelen tener, a tiempo vencido, una respuesta que no
conviene. Si preguntas, si te preguntan y tienes que responder que sea como una
caricia, que dice quédate.
Voy a ver, pues, cómo me las arreglo, con 24 horas más o
menos, emplear cada uno de los ratos: o leyendo, por el vértigo irremediable
que tienen las palabras, esa literatura “intocable” de que hablaba Umbral, que
ahí tenía su gloria y su ventaja. Voy a ver si me hago estudiante otra vez,
pero mejor estudiante porque me pondré delante de aquello que realmente me
interese inmediatamente, urgentemente. No escatimaré el tiempo aunque he
comprobado que no puedo hacerlo largo, tengo las neuronas cansadas y viejas,
las antiguas se acuerdan de lo antiguo y las nuevas tiene precio de haberlas
comprados en alguna tienda de los chinos.
Poca calidad, la clase la he poner yo a base de insistencia,
aprovechando el tiempo como si el tiempo se pudiera aprovechar. Buscaré alguna
ventana inesperada por donde me entre ese aire limpio y joven de cuando dormía
como un niño. De las palabras que me atreva a escribir encontraré por cualquier
parte su mayor densidad.
Y finalmente, aquello que puede parecer poco conveniente, el
hecho de envejecer, habrá que hacerle caso a Esther Bendahan: que hay que vivir
al día, sin proyectos ·porque ser viejo puede ser –y de hecho lo es- una
conquista."
Dice Bendahan “sin proyectos”, me quedaré simplemente, eso
sí, haciendo cualquier cosa “como un polvo furioso, memorable.”
6 comentarios:
Caray, Fran querido, qué bien escribes.
Es posible que haya torpeza en tus andares. Probablemente te pese la vida.
Pero lo que es certeza es que sueñas, vives a través de las palabras, sabes mirar y sabes contar con una facilidad que así quisiera cualquier lector que se queda prendido ante la metáfora vestida de gala.
Un furioso beso allá donde lo necesites.
María.
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Más que escribir, siento, María. Los andares ya no me importan, los sueños, las palabras para contarlos, eso cada vez más. Memorablemente, con la gala de la mejor metáfora que encuentro.
Siempre me hacen falta besos, en cualquier sitio y tengo la necesidad de darlos. ¿Te vale?
Hola Fran.
Es tiempo de perseguir los sueños, tiempo de izar las velas de los propios pensamientos; porque el gran reto de la vida consiste en superar nuestros propios límites, empujándolos a lugares que jamás habríamos soñado llegar... Cuando estés a punto de rendirte, cuando pienses que la vida ha sido injusta, ¡recuerda! quién eres, ¡recuerda tu sueño! desata el nudo y nada hacía el océano, el te desvelará su gran secreto experimentando que nadie desdice lo que tu has dicho, porque la tristeza puede ser felicidad si dejas que los sueños se vuelvan realidad, convirtiendo los fracasos en conciertos de oportunidades y esos sueños bajo el agua en burbujas se convertiran...
Te deseo lo mejor
Ana
Llevas razón, Ana, es tiempo verdaderamente de perseguir los sueños y no soltarlos sin rendirse jamás. Y gracias por no poder desdecirme.
Lo mejor también para ti y un beso
Con la ilusiòn de convertir los minutos en paraisos al alcance de nuestras manos..y guiaremos nuestros pasos a ellos, una lucha q no nos deja perder la batalla.
Besos maria dolores.
Mañana màs...tengo hijos en casa y me queda poco tiempo, no es q te haya oldidado.
Tú eres, María Dolores, de los que jamás perderá la batalla.
Un beso y diles a tus hijos que te cuiden al menos.
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