jueves, 16 de febrero de 2012

QUIERO VIVIR CIEN AÑOS MÁS



En la calle, en la red, en el papel. No sé cómo lo haré, pero ando metido en este proyecto para que me quede aún tiempo para gestos de amor perdidos, caricias no dadas, comprensiones que llegaron tarde. Se trata de una terquedad mía, de esas que se alimentan por sí mismas y son a la vez la mejor nutrición. Si lo miras bien, cien años es poco tiempo.
Vamos a ver cómo lo hago porque yo traigo también, como dice una amiga poeta, “la obligación de ser fuerte y generoso”. Pero no me vino de golpe, la fortaleza la fui aprendiendo a medida me iba negando recursos la vida; la fortaleza me la he ido fabricando. Han influido a veces motivos que parecen intrascendentes, cosas que nunca estropean a nadie: de joven, la cantidad de sueños, de viejo, la memoria, la insistente memoria de haber podido hacer cuatro cosas al menos, mejor hechas. Me ha servido muchas veces para sentirme fuerte esa razón tan sencilla que tiene la vida, pasarlo putas sin decírselo a nadie, volver la cara contra la almohada y esperar a la siguiente. Porque sí, siempre hay –sobre todo a partir de un determinado momento- la siguiente.

Nadie se conoce del todo a sí mismo hasta que ha sufrido, entonces estás seguro de cómo eres y practicas una maestría que no te han regalado. Porque  no te regalan tu historia, tienes que contarla y yo encontré en la red, a solas con ella, motivos para poder hacerlo. Me he dedicado muchas veces a escribir sin saber el porqué de los pliegues de mi historia, los sitios donde sabía que algo me dolía.

Pero desde ese punto, como si ya hubiera cumplido otros cien años y fuera imposible hacer valer a mis piernas, dar un pasomás a ellas solas, desde ese momento, os cuento, he decidido emprender la tarea de cumplirlos. Me lo dijo hace poco un amiga para que resistiera otros cien inviernos, Y aquí estoy, voy a hacerlo en esos tres espacios: en la calle, los pocos ratos que estoy con ella; en la red donde siempre tendré gente leyéndome, y en el papel, el que han escrito los demás para que yo luego de leerlo, sea únicamente la herencia, la enseñanza que os dejo, a quienes queráis saber de mi propio papel.

No tengo otra manera de poder hacerlo: copular cada mañana con la vida, ver por donde me duele mientras me hago yo mismo el mejor café que se puede hacer en el mundo; tomo una pequeña tostada de pan con aceite y con sabor de queso (ya contaré un día lo que es la empresa de irme a comprar quesos); un pan os decía, que busco adrede en un horno francés. Leo un par de horas, teniendo a Mozart cerca, escuchándolo apenas para no despertar a quienes duermen, a quienes todavía no se han enfrentado a la vida, Me siento delante de un ordenador de mi sala de máquinas: puede ser uno de los dos pc, un Mac o un iPad con quien mantengo una emocionante historia de amor de descubrimientos a base de “App’s”. En mi buzón de correo siempre hay alquilen con quien poder hablar como si hubieras hecho el amor varias veces, con la misma naturalidad.
Luego me espera la calle. Allí siento más aguda la necesidad de tener fortaleza porque me pregunto a cada paso cómo voy a dar el siguiente. (Últimamente he descubierto la mejor manera de hacerlo: igual que hace veinte años cuando cada noche corría 6 u 8 kilómetros junto al cauce del nuevo rio) Es una forma de engañarme, de decirle al dolor de cada uno de los pasos que doy, mereces la pena, mereces cada día más la pena.

Me gusta entrar en las tiendas a comprar lo que haga falta, y si no es preciso es mucho mayor su encanto; hablar con la gente que hay en ellas, que se fijen en mí, que se den cuenta de lo que me duelen mis caderas, mis caderas perpetuas, porque yo no me doy cuenta, a mí ya no me duelen. Que sepan que tienen delante a un hombre importante aunque al final como otro día decía voy a dejar pocas cosas: los libros que he leído y la manera de hacer amigos con ellos.
No le tengo miedo a nada, porque necesito vivir cien años más nuevamente; sólo necesito el equilibrio del cariño, la manera de mirarme como si fuera hace más de veinte años que estoy viviendo en la red, en la calle, en el papel, con mi manera de ser.

Aquí estoy, antiguo por los años, joven porque soy pertinaz, porque me empeño. Necesito en estos otros cien años dejar una señal entre la gente, un deseo de mí, grande, acogedor como es mi hogar, un rincón cómodo para todos los que me quieren.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Conocerte es quererte. Tratarte es inolvidable.
Gracias siempre por tus palabras. Sabes darle un toque de distinción allá por dónde vas.

Un beso.

María.

Dol dijo...

Me alegro tanto de que hayas decidido quedarte esos 100 inviernos.
Tus caderas aguantarán como el puente que son entre tú y nosotros,que te leemos desde hace años y también te hemos "vivido".
Un abrazo,Fran.
Te quiero mucho y te deseo lo mejor,que ya lo tienes,unos trozos de vida que saben al mejor pan.

Fran dijo...

María, tres líneas impecables. Se me habrá pegado la distinción de ti.

Un beso

Fran dijo...

Lo mejor y lo más cierto de lo que dices, reyes, es que entre invierno e invierno, entremedio de tus propios poemas, hemos vivido mucho tiempo con mis caderas perpetuas. Nos quedan cien más.

Nos hemos demostrado el cariño muchas veces, mejor aún que el pan de queso que como cada mañana.

Un beso enorme

Anónimo dijo...

Es la pregunta de siempre¿hasta cuando?esas ganas de seguir abanzando y a veces sin medios, o es q nos hemos impuesto un camino?.Tù te relajas y quieres màs años , y yo me digo como podre seguir, solo mirando la casa , lo mismo cada amanecer, cuando hay tanto q compartir, inquietudes q a veces me conformo con pensar ¿soy egoista?. Los sueños nunca se dan por caducos. Tu nos das la oportunidad de querer seguir luchando, con o sin,perpectiva de q el cuerpo aguanta, solo con la ilusiòn de sonreir o criticar a quien no comparte nuestras ideas( no politicas o religiosas, por supuesto)para q guardar, cuando hay tanta gente necesitada esperando esa ayuda, el corazòn necesita màs, para q siga viviendo, si tù y yo nos queremos levantar, ¿ porq no los otros?
Cuidate, y besos maria dolores.

Fran dijo...

Todos miramos lo mismo cada amanecer, María Dolores, pero la lucha mientras el cuerpo aguante depende de nosotros no del cuerpo. Cuidate tú también. Te necesito.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Tus textos siempre me hacen repasar determinados momentos de mi vida pero hoy quiero quedarme con esta frase tuya que hago mia, con tu permiso, porque sin duda resume la experiencia que acarreas sobre tus espaldas, lo que otros también hemos aprendindo :

" Nadie se conoce del todo a sí mismo hasta que ha sufrido, entonces estás seguro de cómo eres y practicas una maestría que no te han regalado."

No hay más, uno aprende del fracaso, del dolor propio y es entonces cuando el aprendizaje de la vida nos abre los ojos a todo.

Cien años más es poco tiempo, necesitarás una vida eterna para poder vivir todo eso que llevas dentro, porque tu alma inquieta no tiene parada ni fonda, solamente un camino abierto a un horizonte de vida.

Y desde mi rincón, mis besos, maestro.

Bolboreta

Fran dijo...

Pues yo me quedaré también, Pury, con esas palabras tuyas cuando sacas la cuenta y adviertes que necesitaré más de cien años para vivir lo que me queda todavía dentro. Sí, no puedo tener ni parada ni fonda. La fonda me la he ido contsruyendo aunque sea con ápices de sufrimiento. De eso puedo yo otorgarte a ti la mayor maestría que he conocido.

Aunque tardes, cuando puedas, convócame a tu mesa, a tu verdad, siempre tendrás algo que ofrecerme, que enseñarme. Para poder vivir cada año de estos cien que me quedan como un camino nuevo. Ya lo sabes por mi apellido en verso de León Felipe: "ser en la vida romero, sólo romero, que camina siempre por caminos nuevos."

Contigo, con tus besos.