La tiene el verano, sin malentendidos, como una admiración o una tolerancia porque el destino vendrá luego, es el arrastre del ocio, de la búsqueda desenfadada de la mayor cantidad posible de placer. Sin utopías. Hay además el descanso suficiente para una comunicación corporal rápida y certera.
Yo lo contemplo de lejos a donde quisiera acercarme para algo parecido, dar a entender, quizá, a una falta de ortodoxia como si mis maneras inventadas para el papel escrito al menos, fueran una forma aparte. Pero antes puse en ello, al crearlo, una capacidad de imaginación oculta, aparentemente enrevesada pero de la mano de algo sobre lo que quise escribir y el falso pudor me lo impidió. Cuando lo hice fue en una memorable privacidad, pero ha bastado para derrumbar la nostalgia detrás de su construcción o destrucción a base de latigazos, una sola palabra, listo, para darla por terminada.
En mis circunstancias podría ser una prolongación de los deseos, una multiplicación de tentativas, unas maneras extrañas y mal entendidas dentro del marco de la normalidad que siempre tuvo para mí, señales de vulgaridad.
Todo proviene probablemente de las veces que me pesa la soledad bien entendida: en casa, en la calle, entre los demás, en una fiesta, en cualquier sitio. Pesan los años y junto a ellos, las omisiones que traen, precisamente creo en el mundo de mi fantasía por no poder poner en práctica posibilidades inauditas. Pesa una madurez definitiva, tanto libro, maneras de observación en campo ajeno que me hacen pensar a lo mejor que debe ser así, pero no para mí, en absoluto para mí y más a estas alturas. Con este peso de los años.
Repasando ese propio papel imaginado pero prodigioso que fuera de su marco no me atreveré a contar, a pesar de dejar siempre a la mujer en el sitio más excelso; nada menos que siendo una mujer, me llena la palabra, me abre ese camino que no cuento que me llevaría a la vez al concepto de la culpa y a la vez del disfrute pleno. Es una adoración inevitable y justificada por la enseñanza que siempre me aportó a mi propia vida y por el deber de pregonarlo.
Cumpliendo órdenes personalmente como en un vodevil en el que me hubiera tocado el papel más humilde pero excitante, rigiendo, cómo no, esa democracia de los cuerpos que veo tanto este verano desde lejos, cada uno en su posición y en su conato. Debe aportarse en ese establecimiento casi publicable en los mejores estamentos sociales y sexuales unas normativas que producen admiración hasta en la lejanía.
Sin embargo, si yo expusiera una posibilidad enorme y altamente gratificante, partiría de las normas esenciales de saber de una mujer siempre, cómo se siente ella, nada más, parecido a una especie de sudor que uno puede hacerlo propio y venerable enseguida. La composición por extraña que parezca poco importa. Se trataría como una forma tan literaria y hermosa que lo mismo provocaba ejemplo.
Para mí serviría como una especie de creación que me conduciría a no sentirme solo jamás: el espectáculo de la admiración y la excitación ajena con algo propio, la publicidad necesaria luego de lo que fue cuando hizo falta a escondidas. No lo olvidemos, la imaginación en el sexo puede servir para el conocimiento ajeno, por eso estos días el verano me obliga a la observación y al silencio.
Al silencio propio, salvo alguna publicación atrevida y valiente que conduce a mi permanente espera y a incrementar mi deseo. Existirá siempre motivo –a pesar de las repeticiones- del cultivo más hermoso que tiene el ser humano: su capacidad de imaginación, su perfil hasta en los órdenes que pueden desconocer los demás.
Continúa el verano, su insistencia en la democracia que deben tener los cuerpos. Todos tenemos derecho a una de ellas.
4 comentarios:
Tus palabras tendrán siempre el poder de conmoverme, porque sabes hablarle a la mujer.
Y ese erotismo sutil que empleas, es turbador en extremo.
No deberían existir para ti los años, ni esa soledad que, a veces, grita su presencia, mientras el alma se aferra a la nostalgia.
No, porque siempre estará allí presente, ella, la eterna musa, la mujer.
Y yo, te abrazo hoy, aunque tarde, por ese cumpleaños del que no supe. Y llevando retraso, tendré que duplicarlo, hacerlo más cálido para que te alcance desde tan lejos, querido Fran.
Y besos
BB
Gracias mi muy querida BB. Cuando no están aquí tus palabras, me falta esa musa que siempre tengo según dices muy bien. Porque lo eres, lo has demostrado muchas veces con o sin cumpleaños.
Que me asome y estés en esta ventana, ¡ayuda tanto! porque tus palabras son siempre cálidas, verdaderas, llegan. Cubres soledades. Debe ser tu prosa y tu belleza.
Un beso
No deja uno de sentir, lo q en x momentos sintio y compartio, el verano da pie a encuentros y roces, verbales o..... el calor calido y la brisa da paso a muchas cosas, a dar y esperar q lleguen esos momentos... todo es una sinfonia con el murmullo de las olas...para q recordar esas noches en sus aguas calidas y acurrucarte al cuerpo q te devuelve el calor q pierdes al salir de ellas.
Los veranos son un mundo.
besos maria dolores.
Bien lo definiste, María Dolores, un mundo, una sinfonía. El secreto estará en saber disfrutarlo y encontrar ese cuerpo en donde acurrucarte.
Besos
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