y, mientras, voy soportando el atropello de los años, las ganas que te impone la vida cuando la procuras hacer a la vez donación y propia calma. No pasa nada especial nunca, pero hay muchos momentos en que alquilaría una habitación para poder gritar porque no llego bastante a donde quiero llegar aunque no deba ser yo quien calibre mi persona ya que cada uno saca de la vida lo que puede sacar y lo que le damos a los demás también debe tener valoración ajena.
Ya lo sabéis que cada mañana estreno mañana, huérfano de muchas posibilidades, ofreciendo entre las páginas de cada libro que ando leyendo mi abrazo siempre libre y promiscuo, descarado y tierno, como el grito de que hablaba antes. Es la única postura qué sé saber hacer: me dieron pronto la capacidad de entender y soportar el dolor, sin medirlo, porque eso no lo sabe medir nadie (¿le duele mucho?, me preguntaban los médicos y siempre contestaba, ah, pues no lo sé). Me he concedido a mí mismo cuando escribo el problema y el placer a la vez y al no darme pausa, lo hago con café, humo, dedicación y melancolía. Es mi forma de ebriedad, mi búsqueda constante de algún ser salvaje, adorable e inquietante, para ver si me calma o aumenta mi embriaguez.
Estoy siempre en la etapa de esa captura de un sentimiento asimétrico, con un año tras otro de caricias gratuitas porque las palabras que no vengan ya vendrán detrás; así las debilidades propias y ajenas, que a pesar de todo, aproximan. Es como expresar mi necesidad de ayuda porque el nivel de exigencia siempre me parece poco. La justificación que a nadie le salen del todo bien las cosas, no me sirve, qué más da, si existe la posibilidad de hacerlas mejor.
Esta mañana lo hablaba con un ser querido, familiar, yo le llamaría en cierta manera, propio, al que quiero acercarme porque me quedará tiempo de sentirlo más cerca que lo tuve –una mujer que siempre llevó hasta en la ropa de ir por casa los bolsillos llenos de belleza insistente y una inteligencia trabajada y rica- porque Mariate tiene esa rica sabiduría que siempre acompaña. Lo hablaba con ella, con el Wifi por en medio pero con un tono dulce de decir las cosas, que hasta casi me convence en que no insista demasiado en el esfuerzo propio, en la autoestima, en el derrame.
Pues no le voy a hacer caso: yo nunca le di demasiado valor a la experiencia, es una cualidad sobrevalorada; prefiero la cercanía de pieles que se quieren, de dar y entregar sin derecho a la devolución ni al retorno en caso de avería; lo que dije del grito primero y el abrazo luego sin sentir ciertamente a quién estás abrazando. Esa es la belleza de la promiscuidad. Ese es mi proyecto para poder defenderme, a ver qué tal os parece: o amor o quiebra.
Porque me quiebro cuando quiero a alguien, me hago pedazos para dormir mal de noche y andar medio dormido luego durante el día. Yo mismo me siento raro, raro pero tierno. Así en mi forma de vida, creo como en la publicidad, un espacio propio que no le dejo a nadie, o se lo doy o me lo quedo para siempre escribiendo.
Y dentro de ese espacio, Mariate, –ya que fuiste la culpable de que enhebrara las palabras esta mañana- seguiré esforzándome, eso que no me lo quite nadie. Me aguanté los dolores –y tú lo sabes- pues eso hice, aguantarlos, llevándole la contraria a los médicos; leyendo mucho, dejando todo el cuerpo mientras tanto como los iPods, en modo de espera.
Le dije a tu hermano una tarde entre foto y foto que sentía dentro de mí la ineludible sensación de no haber hecho nada bien. Y es verdad aunque “nadie sea un perdedor tan absoluto -como dice Nick Hornby- para no poder contar alguna historia sobre el hecho de perder.” ¡Las que yo contaría, las que me quedan por contar! Quisiera haberlo hecho mucho mejor y dentro de esa sensación de derrota que todos tenemos a veces, se vuelve siempre a intentar algo superior en muchos sitios: se vuelve, digo, a la ciudad los que se fueron; a la cama los que perdieron el amor; a la caricia, al menos aunque sea tibia y lejos los que nos hacemos viejos; a la enorme seguridad que dan las intenciones; a esa impresión de eternidad que siempre le otorgo al cariño aunque vivir degrada y desgasta.
Mientras, sigo escribiendo en este taller de auto escritura con la palabra que destruye y que separa cuando es lo único que les queda a un hombre y a una mujer: quien escribe y quien lee.
8 comentarios:
Escribir y leer a veces son lo mismo.
Está muy bien que sigas estrenando mañanas , todas las mañanas.
Cuídate , me alegra tanto leerte .
Besos.
Llevas razón, Reyes, pero sobre todo en una cosa: si te supone alegría leerme, a mí verte por aquí.
Gracias y un beso
Las mañanas son hermosas, solo q sin querer al caer la tarde ya te sientes cansada, ajada, y dandome cuenta q el tiempo hace sus extragos, poco a poco nos va dejando ahi, como tirados en el asfalto, pero no por ello me rindo, sin dejar de pensar q hay otras u otros, q ni pueden decir con unas letras, lo q sienten y q el amor no se acaba, por mucho q el tiempo intente hacerlo.
Seguimos en la brecha, amigo Fram. tu a tu manera yo a la màs simple, pero a mi forma.Gritemos , con tal de q alguien se de cuenta y nos eche una mano o un grito de socorro.Yo, mi madre, me decia, eres incorregible.... q razòn tenia.
Besos maria dolores.
A mí la tarde me vence también, María Dolores, y tampoco me rindo por eso busco donde poder gritar o lo que es lo mismo ser mi persona entera.
Y no se puede contar demasiado con manos ajenas, te lo digo bien maduro, ya como bien tropezado.
Besos
No hay nada como estrenar cada día otra mañana, como si el mundo volviera a reinventarse, como nos reinventamos todos una y otra vez...
Y mirar para atrás, es aventurarse en las zonas erróneas.
Mirar para atrás es una forma de suicidarse o de flagelarse. Que si lo hicimos mal o bien, qué importancia puede tener, qué daño nos puede hacer hoy si lo que tenemos por delante es esta nueva mañana que la tomaremos por asalto, que la tomaremos con todo lo que nos regala, nos promete, nos ofrece.
Y si hay unos ojos que todavía nos sonríen, si hay una piel que todavía se estremece a nuestro roce, si hay un alma que se conmueve con lo que aún nos queda por decir, entonces, para qué mirar atrás, a lo que ya no es, a lo que no se puede recobrar?
Si gritar nos devuelve un poquito la cordura, pues a ello, a gritar hasta que el alma se sosiegue, se acalle...
Te mando un beso, Fran
BB
Es un placer compartir algunos sentimientos que corren por tus venas.
Pero es tan bello fran,estrenar auroras boreales, sentir el frescor de la brisa,en una mañana apacible ,la potencia de ese astro SOL que jamás podemos ver su fuerza y dimensión.
Que decirte,poeta querido,siempre superas el deseo de seguir leyendo y enganchas a que te sigamos leyendo.
Me despido con esa caricia, al menos aunque sea tibia y lejos los que nos hacemos viejos.
Ana
Siempre BB, tus comentarios me aportan tranquilidad y ajustan mi persona, ayudan. A eso a estrenar mañanas y no esperar de donde no debes hacerlo.
En tu caso, me das toda una lección cada vez.
Un beso
Ven, pues, Ana a compartir lo que siempre te mereciste, una aurora boreal, una caricia, la negativa a hacerse viejos.
Un beso
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