lunes, 20 de julio de 2009

Se me está terminando la magia


Hasta en los sitios donde estaba tranquilo cada verano exclamo: ¡la que se me viene encima!. Destruyo así, en las líneas de la mala recepción a forasteros propios, su comienzo bien ganado de descanso. Pienso egoístamente en mí, en ángulos que resultaban cómodos, en no echar ya cuentas, en acercarme más a la incertidumbre de la edad: porque creo que lo dije alguna vez que la edad no es algo fijo, ni una cifra concreta, insultante y voraz. Estoy a punto de cumplir otra nueva edad real –a ver cuántos días faltan, da lo mismo los que falten- pero en cuanto la tenga, sea de mi propiedad, la dejaré atrás lo más rápidamente que pueda. Mi celebración con los míos consistirá en pensar, más o menos, estoy como estaba hace un año (ninguna garantía de prestigio) quizá en este haya el peligro de ese mal hurgar en comportamientos que a todos nos suena como una mala entonación de principios, de esos que nos enseñaron de niños recién venidos.

Pero yo todo este tiempo he ido construyendo una magia propia que me quitaba de la cara forúnculos de vejez puestos al revés, impedía hasta a veces en parte ese pequeño y cautivador temblor de las manos que servían incluso para lo que llamaba mis caricias: ir acumulando libros leídos dentro, asentarse en un miedo bien armado de recuerdos; las secuencias de palabras que siempre tengo. A eso le he tenido tantas veces miedo, que se lo sigo teniendo. Y magia tuve también por dentro o haciendo sitio fuera al último escalón de la escalera de los labios, imprevisible, intacta como el color de una risa, no me digáis que consiguiendo creérselo no se acumula una propiedad, que precisamente es la que noto que ando perdiendo.

Entonces, qué hago al cumplir más años si supongo que no existe ninguna edad correcta, todas tienen sus más y sus menos de lo que parece a simple vista. Te vas acercando, pues ya tengo tantos años e incluso pienso en ese futuro que se me viene encima y sigo queriendo saber qué va a pasar más adelante. Yo acudiré a él como más adúltero o más desnudo, sin haber sido infiel, ni haberse desprendido de la ropa que permite la asiduidad de la noche completa, las manías del goce, las imágenes de los sueños murmurados apenas y los espantos contados, el abandono de la desnudez y luego del sueño saber extraer el mejor secreto que tiene el lenguaje, la luz, el día luego, la ropa que te vuelves a poner.

Todo eso formaba un conglomerado mágico y tranquilo que se va pareciendo cada vez más a todo lo contrario: a una fecha de caducidad más próxima, a preguntar en ese diccionario “abierto por inventario” que han escrito varios escritores: "- Maestro ¿Por qué la felicidad está siempre en la otra orilla?
-Para que cada uno aprenda a construir su propio puente." He aprendido mucho en ese diccionario, he buscado mi puente como “un compendio de creencias, un prodigio de síntesis." Creencias me van quedando pocas, las síntesis me salen cada vez peor –incluso las propias-

Todo esto tiene el mismo origen, la misma palabra como punto de partida: la insaciable ley humana del deseo. Quiero más que tengo, que no se me terminen los espacios, que de verdad voy notando que se acaban como una ecuación de segundo grado que nunca supe resolver.
Me siento ya como madera de barco viejo que por ni dimensión ni atractivo tiene hueco; soy tan solo ya tarde de humo y lectura eterna; dolores de pliegues que siento siempre, formas que ya ha adquirido mi vida con las que me hago daño con un mal que no está hecho ni pagado ni terminado. Simplemente convive con todo, y como hombre sólo percibo a veces el cansancio de ese daño. Siempre queremos un borrón completo, un hacer que no duela, una acumulación de lo que ocurre en otro lugar de la conciencia.

Pero que me quede algo todavía de la magia que tenía antes, como una mujer que pone las piernas sobre los hombros para que el hombre llegue más hondo aunque detrás esté un daño indecible y amargo. Igual –ya que he puesto el símil- que la carne se verifica, dejarme el eterno hueco que siempre tuve para las palabras. Al menos que me entiendan las mujeres porque para mí siempre me dan una sensación de eternidad como un túnel que tiene la esencia del mundo. Necesito tenerlo cerca. Hace poco me dijeron “date tiempo” para asimilar realidades que ignoraba. Pues en ello estoy para no quedarme fuera.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Madera de barco viejo.
Oh, Fran.
Me gustan los símiles marineros y los aposentos de los pliegues y las manos que tiemblan como si acariciaran.
Tú al menos siempre sabes acariciar con palabras .
Cómo no te van a entender las mujeres !!!!
A eso le llamas "perder la magia"?
Te quiero, Fran.

Anónimo dijo...

No, no se te ha termiando la magia,
Fran, sigue allí, mientras puedas
conmovernos con tus palabras, que
hoy suenan tan tristes, tan llenas
de una forma de melancolía por
los días idos y por aquellos que
están a la espera y que te llenan
de incertidumbre. La vida, que
parece escurrírsenos entre los
dedos, hay que atajarla, ponerle
represas, para poder disfrutarla
como viene, sin exigirle demasiado,
sólo vivirla a plenitud, sabiendo
que es un obsequio, que es un
milagro.
No pienses que sólo eres tarde
de humo y lectura eterma.
Eres un hombre.
Eres un hombre que aún vibra,
que aún sueña, que todavía
nos emociona, con esa secuencia
de palabras que llevas dentro,
que nos regalas, una y otra vez.
Si la felicidad está en la otra
orilla, pues, a cambiarse de
orilla, a buscarla, si es que está
alli para otros.
Y tu magia persiste, Fran. Se
terminará cuando tú ya no creas
en ella.
Pero, yo, que aún conservo el
asombro de los niños, la percibo,
y me envuelvo en ella...
Un beso

Fran dijo...

Siempre me sale al escribir la idea de una caricia a una mujer. Si en ese momento no puedo con las manos que sea con el verbo, como un falo masculino con el que pueda llegar.

Gracias por acercarte y poder devolverte lo que son las más bellas del diccionario: te quiero

Fran dijo...

Disfruto la vida leyendo, escribiendo y ya la siento plena cuando alguien, detrás de una cortina anónima donde se adivina el rostro, me responde.

Y gracias por pensar que me queda algo de magia, unida a tu asombro de los niños.

Un beso

Anónimo dijo...

Nos queda todo, el trascurso del tiempo y su sabiduria, los deseos ilegitimos y la gran sonrisa de satisfacciòn en esa cara de asombro q nos mira o escucha, q diràn?. q mejor q estar ahi en la orilla opuesta, a la espera de q la barca atraviese y la sonrisa amada con ella.Hay orillas bien lindas, y si nos alejamos en pensamientos a otro continente, recordamos las corrientes firmes de eso rios q agolpan entre la vegetaciòn todo lo q arrasa con su mirada.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Con que me queden las palabras y tu pie a las mías tengo bastante.

Besos

Recomenzar dijo...

Por qué la felicidad está siempre en la otra orilla?
-Para que cada uno aprenda a construir su propio puente." He aprendido mucho en ese diccionario, he buscado mi puente como “un compendio de creencias, un prodigio de síntesis."

La felicidad está dentro tuyo no esta en el jadin del otro o en la otra orilla forma parte de vos de lo que sos creés y hacés.
depemde de vos y nadie mas nadie te puede dar felicidad si vos no queres crearla...es por eso que es mejor vivir de a pequeños sorbos la vida porque es mas facil asimilarla
besos Frank desde aqui

Fran dijo...

Mucha, la felicidad la tengo dentro yo, ya lo sé, pero he de compartirla, rasurada o no, he de sentir esas piernas sobre mis hombros, las palabras exigentes, date tiempo, y la calidez de un te quiero.

Ya lo pruebo a pequeñso sorbos como me recomiendas.

Un beso

Josué Ramón Ascencio dijo...

"Siempre queremos un borrón completo, un hacer que no duela"

Verdad que es imposible??? cuantas veces lo he intentado pero jamas se logra borar, y arrancar las paginas de tu propio libro se es imposible, orque a algun lado iran a dar, y como quemarlas, da miedo perderlas para siempre...

no creo que estes perdiendo la magia, mas bien creo que te estas ganando la magnificencia...


un abrazo...

Fran dijo...

Josué Ramón eres un encanto y llevas razón no podemos nadie hacer borrón y cuenta nueva.

Eres de las personas que responden con sus comentarios de las más entrañables para mí.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Fran querido, aunque en la sombra y de forma silente, decirte que siempre nos quedara la amistad y la lealtad de unos pocos y con suerte quizá hasta el amor.

Besos fresquitos, soleados y claros de esos de tocar el cielo.

María

Fran dijo...

Sí, siempre eso nos quedará, María, y por qué no decirlo con claros tintes de amor.