viernes, 10 de abril de 2009

El lujo de la comunicación


Creo que es una especie de riqueza, una peculiaridad de estar vivo, una necesidad, la forma de matar la soledad oculta. Lo he vivido estos días al venirme a una especie de rincón junto al mar, un sitio muy propio, familiar, donde vivían mis hijos su forma de jugar y nosotros con el cansancio de una semana tras otra de trabajo, dos personas, que allí en este “mareny blau” o estrella de mar azul, acariciabamos el mar y le pedíamos reponer las cosas de nuevo.

Esta semana santa, mi ocio ha vuelto a estar en asomarme a esa terraza frente al mar con el típico y vulnerable frio de estas fiestas caigan en las fechas que caigan. Es una especie de maldición, son siempre Pascuas que nos esconden el sol muchas veces, pero que me ha permitido de nuevo al recorrer los viales de esta urbanización, en cada esquina de una edificación, o en la terraza de cualquier bar encontrar siempre a alguien que se levantaba adrede a saludarme. Se comunicaba, me comunicaba, me daba y le devolvía.

Siempre lo tuve ese pequeño poder mientras pasaban los años, las Pascuas, los veranos, mis hijos dejaban de ser niños, pero a mí me quedaba el recuerdo del esfuerzo de tener un sitio aquí. Nadie me lo regaló, como nada en esta vida, esa estrella de mar la obtuve con muchos años de trabajo, con la insistencia para estar aquí. Nacemos en calidad de hijos y debemos morir en calidad de padres, lo contrario es contra natura, si te toca vivirlo te destroza hasta los recuerdos que me trae este mar cada vez, es mío con los que me quisieron, sigue siendo mío con los que me encuentro y vienen claramente a buscar ese encuentro.

Mi padre, siendo médico, llegaba antes a los pacientes, a los enfermos, que a su propia enfermedad o sufrimiento; mi padre supo enseñarme a acercarme a la gente, a quererla y sobre todo a no dejar de quererla; y ahora todavía más cuando me queda mucho menos tiempo, pero aún me paro, todavía me paran, buscan de mi persona a la persona -me lo escribía alguien esta mañana- no me preguntan casi nada ni yo a ellos, es la hermosa complicidad de los silencios, la más opaca y tierna forma de comunicarse.

Ya lo sé que muchas veces desconcierto y fascino porque busco el ángulo de poder abrazarse y cómo admirarse mientras mantienes la miraba firme y decisiva. Es como una forma que todavía me queda de crecimiento, no he terminado de crecer mientras pueda quizá invertir así, subvertir esos valores clásicos del crecimiento. No he terminado de aprender, porque esa cultura inagotable del ser humano, sea cual sea su origen y hasta su formación, si hay detrás una sana intención me sirve de enseñanza a la que todavía llego a tiempo.

A estas alturas nunca doy un balón por perdido, escalo los muros que no puedo, me queda a veces la miseria del sufrimiento; he inventado unos parches para seguir el relato. Llego a la comunicación porque me queda ritual, pasión, desafío, el camino necesario para alcanzar esa extraña madurez cuando ya la pasaste, pero nada ni nadie me obsequió con la facilidad de llegar a ella sin esfuerzo.

A la gente, que me para –incluso aquí junto al mar- hijos de los que fueron mis amigos, que me llevan entre treinta y cien años más o menos, les digo anda, anda, sigue, que te queda mucho camino por andar para dejar como hice yo en la arena, justo, justo al borde este de mar, dolores y sufrimientos, alegrías, soledades compartidas que apaciguaba con el roce del deseo, ya verás cómo te viene algún rato de felicidad luego, de entereza al menos contigo mismo.

Eso me queda a mí, a eso vine esta semana santa, junto al mar, para comunicarlo con los demás, para poder presumir al menos del lujo de la comunicación bien llevada, una cosa así como la fidelidad a la mujer amada, y qué consiste en dejar que el amor no se te escurra, hacer que tus ojos se te enganchen en alguien. Eso le he dicho al mar esta mañana: quiero sobrevivir a la ternura, mantener como ese lujo de todos los hombres, caer rendido, roto pero vivo, exaltado, voy a ver si lo consigo - es cosa de tiempo- no tener ni principio ni fin.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

No tener principio ni fin , el deseado nirvana , debe ser eso.
Felicidades por el mar , por tus renaceres y pequeñas muertes, porque la carga de una vida siempre pesa mucho, aunque haya sido una vida buena, llena de palabras y de luchas y de refugios en la playa , Fran , disfruta todo lo tuyo porque tuyo es.
Yo me resigné, cada uno tenemos un papel en la vida , unos recursos, una baraja de cartas , las sabemos jugar o las tiramos al váter, pero al final nada de eso importa, como dices tú.
Yo creo , al menos intuyo, que vienes a decir algo así.
El mar y una línea de horizonte , eso puede culminar una vida , y estrenar otras nuevas, en cada etapa, en cada racha.
Espero que sigas deseando comunicarte conmigo en todos los lustros que nos quedan por vivir y bailar , aunque sea con palabras.
Besos, Fran.

Anónimo dijo...

Hermosas palabras, como son todas
las que nos reglas una y otra vez,
y hoy tan llenas de remembranzas
de las cosas amadas. Bellas
palabras que siempre me
conmueven, me llegan, me hacen llorar, a veces,
Y ese revivir momentos felices pasados, pero que estarán allí
siempre, en cada rincón de ese lugar que es ya un pedazo de ti, que guarda aún el eco de voces de niños que se han quedado
presas, cautivas, en cada cosa
que tocaron, en cada estrellita
de mar, en cada caracola...
Y el amor? Es la única fuerza
que nos mantiene vivos, a la
espera, abiertos siempre a la
ilusión, al ensueño.
Nunca dejarlo ir...
Bedel

Fran dijo...

Sí, Reyes, ese es el nirvana, porque si pienso en el final creo que está demasiado cerca y lo alejo adrede. Al único que no le cuento la edad es a mí mismo.

Tú te empeñas, cuando te leo -y ya sabes cómo te admiro- que te has resignado. Es mentira, estás ahí, nos cuentas una madrugada de la semana santa sevillana y nos dejas "pasmao" porque formas parte de la madrugada, de la vida. Sino, no la describirías así.

Te invitaría a la orilla de este mar demasiado mío ya, nos sentaríamos en la arena y verías cómo nos comunicábamos. Y hasta sin necesidad del mar desearé comunicarme contigo por los siglos de los siglos.

El baile, lo dejamos para otro día, quieres.

Un beso previo, casi en silencio.

Fran dijo...

Bedel, tú hablas de mis palabras y las calificas con la misma generosidad de otras "ocultas" veces que merecieron mejor respuesta.

Lo has dicho muy bien, cultivo lo que me queda, es mi única fuerza, mi ilusión, mi empeño y mi ensueño.

El amor siempre lo llevo en la piel, jamás me faltará.

Besos

Anónimo dijo...

Fran, eres vida hecha palabra y metáfora bordada en la orilla del mar, enriedo tus palabras belals a mi orilla y me comunico, con esa mirada sostenida, con ese cuidado de tus amores que me provoca admiración.
Vivir, resistir las tormentas, sobreponerse a las adversidades, sin inicios ni términos, sólo una dulce sucesión de continuidades.
Te dejo mil abrazos en la orilla.para compartirlos y felices Pascuas amigo mío. Te espero siempre por mi laberinto

Anónimo dijo...

Fran, eres vida hecha palabra y metáfora bordada en la orilla del mar, enriedo tus palabras belals a mi orilla y me comunico, con esa mirada sostenida, con ese cuidado de tus amores que me provoca admiración.
Vivir, resistir las tormentas, sobreponerse a las adversidades, sin inicios ni términos, sólo una dulce sucesión de continuidades.
Te dejo mil abrazos en la orilla.para compartirlos y felices Pascuas amigo mío. Te espero siempre por mi laberinto

Fran dijo...

La vida la tengo hecha, Paola, pero por terminar, porque mientras quede una mirada, un gesto, un esfuerzo propio y compartido, ahí estaré, junto al mar o en ese rincón propio que nunca me negará el lenguaje.

Gracias por tus abrazos en la orilla, siempre tienen la secuela del mar, y se comparten más fácilmente.

Les añado un beso.

Bambú Blanco dijo...

Las fiestas, los días señalados son hitos para tomar aire, para recordar, si es necesario las raices, para decidir, reconducir, la dirección del segundo siguiente....

Un abrazo.

Fran dijo...

Llevas razón, Bambú, no sé por qué pero así es. Son fechas con las que tropiezas, con las que a lo mejor enderezas la dirección entre los recuerdos y el presente.

Un beso

Anónimo dijo...

La mar, trabaje junto a ella por años, los momentos en parte màs hermosos, no podria decir cuales fueron los màs hermosos ,llenaria la bodega del barco se desliza por la vida.Hay quien le cuesta valorar q son de sus gentes, q sacrificio es sentirse zarandeado, por aquellos q no sabèn lo dura q es un dia tras otro moverse por el puente o la cubierta, bajo el sol y la brisa q cuartea su piel, pero con la gran satisfacciòn de hacer lo q les gusta, la soledad ante el inmenso horizonte q cuesta traspasar.Yo me sentia como pikyu revoloteando al son de los gritos sobre sus aguas. Fui feliz, y su trato siempre respetuoso como hombres de la mar, a su llegada a puerto, la sensaciòn de un paso firme, un trabajo q me llevo a conocer gente, y escuchar " El meu amore" Una taza de moca? con la delicadeza q aporta un saludo la sonrisa y el azucarero de plata.
Por mucho q intentes atravesas ese horizonte , veras q hay tras el personas q siempre te amaron, respetendo el curso de tu vida.
Demasiado ligada al azul de sus aguas.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

¡Qué bonito lo que cuentas de tu vida en el mar y entre sus gentes, María Dolores! Cuánto podrías enseñarnos.

Pero yo me voy a quedar con esa sentencia final, tan sabia, como cada vez que pones un comentario aquí: no atravesaré el horizonte, en la misma orilla recogeré el afecto de muchas gentes que siempre me amaron, como dices, ligadas al azul de las aguas.

Un beso